EL CRISOL – Pascual Mogica Costa
Algunos andan un tanto exaltados con esto de la prohibición del crucifijo en las escuelas y es que aún no se han dado cuenta de que España es un Estado aconfesional, así lo dice nuestra Constitución a la que hay que respetar guste más o gusto menos. Las normas son las normas y nadie es quien para transgredirlas.
Como es sabido el Tribunal de Estrasburgo ha dictado sentencia favorable ante la demanda de unos padres italianos que consideraban que los crucifijos en clase violan “la libertad religiosa de los alumnos”. Cinco mil euros tendrá que pagarles el Gobierno italiano a los padres. Como es natural la Santa Sede puso el grito en el cielo y de inmediato “il cavalieri” Berlusconi ha decidido que Italia multará con 500 euros a las escuelas que no exhiban crucifijos. Este paso de “il cavalieri” ha propiciado el que haya una cierta sintonía entre él y la Iglesia como punto de partida para llegar a hacer las paces.
Como es sabido el Papa andaba un tanto molesto con Berlusconi por aquello de las fiestas que este daba en su domicilio particular a la cuales acudían señoritas de “buen hacer” y los invitados de “il cavalieri” andaban por el jardín completamente desnudos, creo que todos hemos visto esas fotos, luciendo, uno de ellos en particular, sus impresionantes y erectas vergas. Pero claro la Iglesia siempre perdona, siempre que sirvas a sus fines, claro está también, y está dispuesta a olvidar dada la decisión de Berlusconi de “clavar” en las paredes de los colegios el crucifijo imponiendo multas a quien no lo haga, lo que de alguna forma viene a poner en duda y a que muchos nos preguntemos que clase de República es la italiana.
Pero claro, quienes fueron capaces de dar la comunión a Pinochet y a Franco y pasear a este último bajo palio ¿porqué van a tener en cuenta que algunos anden desnudos por ahí luciendo sus atributos si al fin y al cabo esto forma parte del inicio de nuestra venida al mundo? ¿O es que no nacemos y venimos al mundo, desnudos? Berlusconi, sus señoritas de “buen hacer” y sus “bien dotados” invitados no hacen más que recordarnos esta circunstancia y eso la Iglesia no lo puede condenar de por vida. Es algo natural. Hay que ser clementes y saber perdonar.