En el día de hoy, José Luis Rodríguez Zapatero, Presidente del Gobierno Español, nos ha despertado con una muestra de sus medidas sorpresas, las cuáles siempre parecen improvisadas, en parte porque no forman parte de ninguna política a medio-largo plazo, y en parte porque siempre llevan asociadas consecuencias negativas que no nos cuentan.
Las medidas ofrecidas parecen, a priori, excelentes y de un gran calado social. Por un lado, ha ofrecido una postergación del 50% de la cuota de la hipoteca durante dos años para aquellos ciudadanos desempleados y cuya hipoteca no exceda los 170.000 euros. Á‰so es lo que nos cuentan.
Lo que no se nos dice es que esa postergación no es una condonación, es decir, no se cancela este 50%, sino que simplemente se retrasa su pago el cuál, después, deberá ser amortizado en los siguientes diez años, independientemente de la vida del préstamo. Por tanto, la cuota de la hipoteca se reduce hoy, pero se incrementará dentro de dos años, cuando haya que comenzar a amortizar esta postergación ofrecida hoy.
Por otro lado, la cantidad límite fijada para la hipoteca de 170.000 euros no es real. Bien es cierto que la hipoteca media ronda los 150.000 euros, pero también es cierto que en las grandes ciudades, como Madrid o Barcelona, es difícil encontrar hipotecas firmadas por debajo de los 200.000 euros. Mucho más pragmático hubiera sido fijar el límite de la hipoteca en función de la ciudad de residencia.
La segunda medida ofrecida ha sido la inclusión de la desgravación fiscal por vivienda habitual en la nómina mensual, de forma que aquella cantidad que fuera a percibir el individuo al año siguiente gracias a su desgravación fiscal se le incluye ahora en su nómina.
Esta medida es puramente demagógica, al igual que la deducción de cuatrocientos euros que nació fruto del énfasis electoral. Crea un fenómeno de ilusión monetaria que afectará a las economías domésticas a largo plazo. Los ciudadanos gastarán acorde a sus nuevos ingresos, sin reparar en que éstos han aumentado porque el gobierno les está adelantando dinero, el dinero de su devolución del año siguiente.
Mucho más conveniente hubiera sido una reducción real del tipo impositivo del IRPF. De esta forma, el gobierno hubiera dejado de ingresar una cantidad importante de dinero, pero hubiera dado liquidez real a los ciudadanos, sin crear ninguna ilusión monetaria, pudiendo haber compensado su redución de ingresos a través de impuestos indirectos, menos redistributivos, pero más justos a la hora de premiar el ahorro.
La última medida, por el contrario, sí que ha sido claramente acertada, no en vano proviene directamente de la mente sobria, fría y cerebral de Pedro Solbes, el cuál no se deja llevar por arrebatos demagógicos.
Se trata de una moratoria para los titulares de cuentas de ahorro vivienda, los cuáles tendrán ahora un plazo de dos años adicionales para adquirir la vivienda que justifica la desgravación fiscal que han venido disfrutando los últimos cuatro años.
Esta medida es seria, pragmática y eficaz.
En definitiva, el gobierno se equivoca con las dos primeras medidas sacadas de la chistera del marketing electoral. Ahora no es el momento de tomar posiciones para las próximas elecciones, ahora es el momento de tomar decisiones, meditadas y no siempre agradables, pero decisiones que ayuden al país a afrontar la crisis financiera y, sobre todo, estructural que está viviendo.