Con el mismo titular de hoy, escribí el 12 de julio de 1977 un largo poema; que luego fue incluido en mi libro «Pensando en Andalucía» (1986). Allí reflejé todo cuanto pensaba sobre el drama «de la pareja» y que antes y después de ello, he ido reflejando en gran cantidad de artículos publicados; el último de ellos titulado; «La decadencia de un mundo de tigres y tigresas».
El último ha creado cierta polémica y «algunas y también algunos»; se me han tirado a la yugular; supongo que con más intenciones de degÁ¼ello que de darme masajes estimulantes para que me funcione mejor mi ya deteriorado sistema vascular.
Es claro que cada cual ve las cosas bajo su punto de vista y si alguno o alguna está «quemado» por heridas aún abiertas; difícilmente entra en un raciocinio o frialdad para ver y analizar lo que quiero decir y lo que entre líneas puede leer cualquiera que tenga ese sosiego hoy bastante ausente de la mayoría de humanos, que en general marchan… «muy deprisa y muchos de ellos lo van a tal velocidad que no llegan a ninguna parte».
Estos lectores no entienden mi línea que siempre trata de ser ecuánime y busca la verdad mas justa y en la que yo creo, que no es que sea absoluta pero siempre procuro sea lo más racional posible. No recuerdan mi reciente artículo «MADRE Y PADRE»; donde se dice mucho, mucho, mucho y se deja entre líneas mucho más para que lo diga el lector; empezando por el titular que le de prioridad a la hembra y el macho queda en lugar secundario, por cuanto «esa es mi verdad aprendida en este pobre mundo».
Mi postura ante la mujer es la siguiente… llevo 46 años casado con la misma y seis más de noviazgo y tengo miedo de quedarme viudo, yo prefiero morir antes que mi esposa… ¡Y DISCUTIMOS CASI CADA DÁA! Pero supe trabajar duro, para que ella no tuviera que salir a trabajar fuera; era mucho más importante el cuidar de la casa y de la prole; y triunfamos… y ese cuido aún sigue siendo necesario, puesto que tiene que seguir cuidando la casa y a mí… para ello trabajé duro/durísimo para que en la casa no faltara nada de lo necesario y bastante de lo superfluo. Mi esposa siempre ha sido y sigue siendo la señora de la casa y ese rango se lo ha ganado precisamente por cuanto siempre ha sabido serlo para propios y extraños.
Y tengo miedo de quedarme viudo, por cuanto me quedaría (imagino) de tal forma desamparado, que no sabría como apañarme; puesto que a lo largo de mi vida, «a mi me han comprado las mujeres hasta los calcetines y la ropa interior», que por descontado me la han puesto a la mano cuando la necesito; no digamos el comer; no sé ni freír un trozo de tocino… «no digo lo de freír un huevo pues ello es dificilísimo para que lo sea frito y en su punto óptimo»; soy un buen gastrónomo y sé de lo que hablo.
Y quede claro que tengo dos excelentes hijas que saben serlo, son igualmente excelentes amas de casa y madres de sus hijos; y estoy seguro que me atenderían muy bien… «pero no sería lo mismo» y lo dice el dicho… «el casado casa quiere».
¿Qué otros entienden la vida matrimonial de otra forma? Allá cada cual con su vida; a nosotros no fue muy bien y ahí quedan los 52 años de convivencia y donde no faltaron «batallas y batallitas»; pero las superamos y aún tenemos ilusión de vivir juntos, al menos una quincena de años más… «o los que sean menester y Dios quiera».
Por tanto nada de abusos y menos de aquello «de la pata quebrada y atada a la silla»; que más o menos me recriminan los que «me tiran a degÁ¼ello». El rol del hombre es uno, el de la mujer es otro, iguales no en todo, semejantes sí y que cada cual lo ocupe según sus capacidades. A lo largo de mi vida vi… «muchas casas y haciendas gobernadas por mujeres» y el hombre vivía feliz sabiendo «dejar a la mujer por más preparada»… ¡¡Y no pasaba nada!!
En lo que sí estoy de acuerdo y hace mucho que lo vine diciendo y comentando, es en lo siguiente. Mientras los hijos no llegan a la mayoría de edad; la madre tiene que recibir de los fondos del Estado una paga generosa por cada uno de los hijos y que ello le permita quedarse en casa, puesto que la principal misión de la madre (auxiliada por el padre y qué duda cabe de ello) es en este mundo, el educar y formar a sus hijos todo lo mejor que sepa y pueda, auxiliada por los maestros que precise, pero primero de todo la formación humana y familiar y precisamente dentro de la familia.