La Santa Sede introduce métodos de detección y de expulsión de los sacerdotes homosexuales, en medio de los escándalos de pederastia.
El documento del Vaticano ha puesto a trabajar a varios de los ministerios de la Curia. Especialmente la Congregación para la Educación Católica, la Congregación del Clero y la Congregación para la Doctrina de la Fe, cuyos respectivos prefectos están elaborando un retrato robot sobre el aspecto del seminarista ideal.
La Santa Sede ya sostenía que los sacerdotes homosexuales no tenían sitio en la clase pastoral y que debían alejarse de cualquier ministerio. La novedad consiste en que ahora van a ponerse filtros, análisis y medidas escritas para localizarlos. O sea, que el rector del seminario, asesorado por psicólogos, tendrá la responsabilidad de descartar a los seminaristas homosexuales.
Vamos, que según la doctrina de la Santa Sede, resulta que un heterosexual es más propicio a la castidad que un homosexual. En otras palabras: que los curas heterosexuales son los buenos y los homosexuales los malos, ¿no es eso lo que quieren dar a entender?
Nada más leer esta noticia, me asalta un montón de preguntas. Por ejemplo: ¿por qué el documento del Vaticano no pone a trabajar a varios de los ministerios de la Curia para que esos prefectos elaboren, en vez de un retrato robot sobre el aspecto del seminarista ideal, un retrato robot sobre el comportamiento que debería tener la Iglesia ideal? Creo que esta sería una misión mucho más urgente, sin lugar a duda.
O que esa novedad que consiste en que ahora van a ponerse filtros, análisis y medidas para localizar a los homosexuales, sea más bien para localizar el motivo de la falta de amor cristiano que hay entre sus filas.
Eso de que el rector del seminario precise el asesoramiento de un psicólogo para descartar a los seminaristas homosexuales… ¿No precisaría más bien de una profunda reflexión para saber acoger a los homosexuales con la misma entrega cristiana que a los heterosexuales? Esto es un planteamiento que yo me hago, vamos, que no trato ni mucho menos de sentar cátedra.
Y de nuevo me surge una pregunta: ¿por qué en vez de descartar a los seminaristas homosexuales no descartan primeramente la soberbia de la Curia? ¿No sería esto más lógico y más cristiano?
La Santa Sede sostiene que los sacerdotes homosexuales no tienen sitio en la clase pastoral y que por lo mismo deben alejarse de cualquier ministerio, y no es consciente sin embargo de que la Iglesia no tiene, o no debería tener, sitio en asuntos políticos, y que por lo mismo debe alejarse de cualquier polémica o debate.
Sacar como conclusión que el sacerdote gay está más expuesto a determinados comportamientos que vulneran la castidad (como, por ejemplo, esa inmadurez afectiva que le achacan), así como insinuar la asociación de la homosexualidad con un comportamiento pecaminoso o delictivo, es algo que me parece grave. Muy grave.
Dicen que la normativa restrictiva comprende a los homosexuales, pero también a todos aquellos seminaristas cuyo comportamiento o rasgos psicológicos puedan convertirse en un problema para la reputación del clero. Y esto como que no me encaja. ¿Es que acaso no ha sido la Santa Sede, al hacer la vista gorda ante los casos de pederastia, la que le ha dado precisamente una peor reputación? ¿Por qué no fueron consecuentes ante semejantes hechos?
Y por último: ¿por qué la Santa Sede no introduce métodos cristianos para no seguir dañando la imagen de la propia Iglesia?
Es muy lamentable ver como la Jerarquía Católica sigue ajena al mundo que nos rodea.
Maite García Romero (escritora)
http://maitegarciaro.blogspot.com