Plaza del pueblo de Castilfrío de la Sierra
Seré hoy muy breve. Escribo esto en mi aldea. Internet no funciona. Castilfrío es así. ¡Qué gusto!
Magnetismo de la estepa numantina: los móviles no la cubren, los ordenadores se atoran, la tele tartamudea, el famoso apagón analógico es apagón, y punto, el silencio es sonoro, la soledad acompaña…
Vivimos aquí extramuros de la tecnología. Somos neandertales. Las casas son de sílex. El mundo zumba como una colmena. El viento habla. El agua es verso. La tierra late. Llueve, ahora, pero cualquier día de éstos nevará y nos quedaremos aún más aislados, a condición de que las máquinas escoba no despejen los caminos y rompan el encanto. ¿Quién las necesita? Son unas hinchapelotas. ¡Váyanse a dar la murga en las autopistas y déjennos en paz! Yo no las he llamado. Tengo víveres y leña, libros y películas, tablero de ajedrez, botellas de vino, papel en blanco… ¿Se necesita algo más?
Internet no funciona, decía, y es viernes. Toca Dragolandia. ¿Cómo me las apañaré para que esta entrega del blog llegue a su nicho? Tendré que imprimirla –yo no sé hacerlo, pediré a Naoko que lo haga- y la enviaré por fax a Javi, mi ayudante, para que la teclee y la remita desde Madrid. ¡Menudo lío! ¡Tres personas al retortero para tan poca cosa!
Yo, antes de que el monstruo informático irrumpiera en nuestras vidas, dictaba a una secretaria mis artículos. Era fácil, lento, cálido, seguro. Ahora…
Dentro de unos días estaré en el oasis egipcio de Siwa. Lo hago para huir, una vez más, de todo y enfrascarme en el libro que me ocupa. Allí, a Siwa, uno de los lugares más remotos de la tierra, llegó Alejandro Magno para consultar al oráculo de Amón. Á‰ste sólo habla en el silencio. Si hay ruido, enmudece. En Siwa no lo hay: sólo dunas, palmeras y adobe. Será imposible, supongo, conectarse a Internet. No habrá fax. ¿Cómo diantre voy a enviar mis columnas? El Lobo Feroz, Dragolandia, El Cobaya…
Ya ven: no me quedará más remedio que escribirlas todas de antemano y de sopetón. Lo dicho: ¡menudo lío!
¿Y si no las escribiese? ¿Y si me pusiera la real gana por montera? ¿Y si optase por el mutismo como hoy, aquí, en Castilfrío, lo ha hecho Internet?
Algo es seguro: no pasaría nada. El mundo, ciertamente, no me necesita, pero ¿necesito yo el mundo?
Soledad, silencio: supremo tesoro, divina tentación…
¿Por qué no me callo, por qué no se callan Chavez y el Rey, por qué no se callan todos ustedes?
¿Y si probáramos a hacerlo?
Algo es seguro: pasarían muchas cosas. El ruido las ahuyenta.
Chsss.