¿Qué pinta el Rey en todo esto? El Rey es un personaje que está ahí, al que pagamos entre todos y que nos representa, y lo hace bien, porque a lo largo de su vida se ha ganado un merecido respeto a nivel internacional, pero no debería de excederse en sus funciones.
El Rey no está para entrar en reuniones con agentes sociales, no pinta nada en ellas, no tiene autoridad moral ni representatividad suficiente como para direccionar las negociaciones hacia un lado o hacia otro, y, lo único que hace es meterse donde nadie le llama.
Como no podía ser de otra manera, los agentes sociales que necesitan la diplomacia para seguir en sus puestos, alaban la presencia y la intermediación del Rey, pero yo, que no tengo ningún puesto que mantener, puedo decir la verdad, y es que el Rey no debería de intervenir en la política y economía española más que en su discursito de Nochebuena.
Porque si nuestro país se rige por un régimen democrático, deben de ser los representantes del pueblo y los representantes de cada estamento involucrado, debidamente elegidos por aquellos con capacidad para ello, los que negocien su futuro, no un tipo que no ha tiene otro mérito más que haber nacido Rey.
En España existe cierta condescendencia con la figura real, seguramente como herencia de la transición y en agradecimiento a Don Juan Carlos por su excelente labor durante la misma. Pero 32 años de agradecimiento es suficiente, más que suficiente.
Ya es hora de que en España se comience a plantear el debate sobre la República. Tan pronto como la crisis que vivimos pase a mejor vida es necesario que el debate salga a colación y comprendamos entre todos que tenemos derecho a elegir a la persona que nos representa y que no podemos permitir imposiciones genéticas en esta cuestión.
En cuanto al pacto social, nada va a cambiar por la intermediación real, que ha sido más de cara a la galería que por efectividad cierta, y los acuerdos que se fueran a firmar se firmarán y aquellos que se quedarán en el tintero, allí ya estaban destinados.
Lo peor es que todos los medios de comunicación le bailan el agua al Rey, como si le temieran, y niegan la evidencia de que con su intermediación se está metiendo donde nadie le llama.