El diálogo social está empantanado y no tiene visos de llegar a ningún lado, porque se están enfrentando dos fuerzas sociales sin ninguna voluntad de acuerdo, por mucho que escenifiquen lo contrario en reuniones de alto postín junto a altas personalidades del Gobierno.
Dos fuerzas sociales que no miran más allá de su propio ombligo y que son incapaces de defender los intereses de las personas que dicen defender, limitándose a salvaguardar su silla y dejando que el debate sobre la paz social sea más mediático que real.
El último episodio ha sido la propuesta de contrato de inserción laboral que ha lanzado la CEOE. Se trata de un contrato temporal, seis meses o un año, sin que genere ningún derecho para el beneficiario ni ninguna obligación tributaria para la empresa.
Esta propuesta es una aberración y un ataque frontal a cualquier posición coherente con el estado del bienestar, pero los sindicatos, lejos de contrarrestarla con otra medida alternativa se limitan a negar la mayor y a mantener sus posiciones inamovibles.
El problema radica en que mientras se mantenga la actual estructura del marco regulatorio laboral, todas las propuestas que se lancen no dejarán de ser otra cosa más que parches provisionales, pan para hoy y hambre para mañana.
España necesita una reforma estructural del mercado laboral, una reforma que elimine las rigideces que estrangulan la contratación y expulsan del sistema a los buenos trabajadores, a la vez que articule un protocolo de formación continua coherente y que genere resultados que aporten valor añadido a la actividad de los trabajadores, facilitando, a su vez, la reinserción en casos de desempleo duradero.