La supuesta ideología socialista ciega al Gobierno, y lo viene haciendo desde hace ya demasiado tiempo, una ideología en la que deberían de basarse para crecer, no para quedarse estancados en ideas obsoletas y que no aportan ya nada en la sociedad de hoy en día.
La ideología socialista que reclaman para sí algunos dirigentes del Gobierno viene de una época pasada, de cuando el Partido Socialista se formó, de épocas de sociedades industrializadas, de proletariado y de desigualdades sociales abrumadoras, no del día de hoy, no de sociedades de consumo, de clases medias y de desigualdades sociales tamizadas.
El socialismo es un concepto fuerte sobre el que crecer, una amalgama de ideas solidarias que deberían permitir el crecimiento del individuo dentro de una sociedad en progreso, permitiendo que el triunfo de cada uno repercuta a su vez en el triunfo de todos.
El problema aparece cuando unos individuos de calado mediocre se apoderan de esa idea, de ese concepto, y no admiten opiniones al contrario. En demasiadas ocasiones da la impresión de que los miembros del Gobierno se creen los abanderados del socialismo, lo cuál a parte de ser de una presuntuosidad insultante, es una atrocidad cuando escuchas como lo que hoy es blanco, mañana es negro, y pasado mañana, ya veremos.
Si has visto las noticias del día de hoy, o leído algún periódico digital, habrás escuchado a los parlamentarios responder sobre si tienen contratado un Plan de Pensiones privado, o no, lo cuál es absurdo, en un principio, aunque puede cobrar cierta relevancia si recordamos las palabras de Celestino Corbacho de hace unos meses en las que decía que los dirigentes del Partido Popular no se preocupaban por las pensiones públicas porque todos ellos tenían contratado un plan privado.
Pues bien, hoy mismo el propio Corbacho ha reconocido la conveniencia de disponer de un suplemento privado a las pensiones públicas. El tema es que el Ministro de Trabajo sea tan obtuso como para no entender que el disponer de un producto financiero de ahorro privado nada tiene que ver con la ideología política o social, sino con la responsabilidad personal.
En un país en crisis, con las tasas de desempleo por las nubes y con un déficit galopante que amenaza nuestras finanzas, caer en debates tan absurdos como éste me parece de una insensatez supina.