Es preciso aumentar el gasto público para fomentar el empleo y salvar a las verdaderas víctimas de la crisis, aunque eso suponga incurrir en un déficit económico temporal.
Es hora de hablar de los asalariados sin trabajo, los que pueden perderlo, los pensionistas que ven menguada su pensión, las mujeres que cobran menos que los hombres por el mismo trabajo, las mujeres que no logran empleo, los inmigrantes regulares convertidos en parados, los inmigrantes “sin papeles” y sin esperanza, los jóvenes sin empleo o con uno de porquería que no les permite planificar su vida, los ahorradores modestos y medianos que no saben si recuperarán sus ahorros, los pequeños empresarios que se ahogan sin créditos, los campesinos aplastados por las multinacionales agrícolas, los marginados sin derechos, los hambrientos, los enfermos de sida abandonados a su suerte, los empobrecidos que aumentan y son más pobres…
No había dinero para combatir el sida, ni para reducir el hambre, pero sí para quienes especulando y mintiendo han arruinado la economía mundial.
Las noticias de quiebras de bancos han sido sustituidas por despidos masivos, cuando las víctimas de la crisis son los ciudadanos de a pie, no quienes, perpetradores de la misma, continúan sus vidas personales de lujo y derroche sin que les tiemble la mano.
El presidente Roosevelt dijo en 1937 que “siempre hemos sabido que el interés egoísta e irresponsable era malo desde el punto de vista moral, pero ahora sabemos que es malo desde el punto de vista económico”. Hace medio siglo. Hoy se ha demostrado de nuevo. Durao Barroso, Presidente de la Comisión Europea, ha dicho que la crisis debe conducir a “un nuevo orden económico mundial”. Eso proclamaron los mandatarios reunidos en la cumbre de Washington.
Suena bien, pero Barroso y los otros dirigentes ¿entienden lo mismo por nuevo orden económico que las organizaciones, ciudadanos y ciudadanas comprometidos con la justicia y la solidaridad?
Á‰sta es la peor crisis del capitalismo, pero ha habido más, frecuentes y destructoras. Burbuja de las empresas ‘punto.com’, crisis en países asiáticos emergentes, Brasil, Argentina, Turquía, Rusia… Crisis que han contaminado muchos países y han aumentado desempleo, pobreza y desigualdad. ¿No será el sistema capitalista el que no funciona? O está agotado. Pero en Washington, con la que está cayendo, muchos mandatarios han proclamado sin pudor su fe en el sacrosanto mercado.
Cambiemos este sistema económico, dicen hoy. ¿Bajo que principios, valores y directrices? ¿Justicia, libertad, igualdad y solidaridad, además de beneficio para una minoría como hasta ahora?
Como ha denunciado el Nobel Stiglitz, hasta ahora la inyección de liquidez en bancos y corporaciones financieras “ha realizado una recapitalización bancaria que no produce la reactivación del crédito, algo que no es bueno para la economía”. Ya es hora de rescatar a los ciudadanos, verdaderas víctimas, no a los banqueros. Pues el rescate ha sido indecente privatización de beneficios y socialización de millonarias pérdidas. Ayuda para los culpables, no para las víctimas. ¿Qué tal si pensamos en las víctimas sin tapujos ni recortes? ¿Qué tal pelear para que haya más justicia social? ¿Es esa la voluntad interior de los reunidos en Washington?
El Estado ha de intervenir con todo su poder, han dicho. Y otro Nobel de economía, Krugman., remacha: “Necesitamos con urgencia un programa de aumento del gasto público para fomentar la producción y el empleo”. Y contra las críticas neoliberales que surgirán, Krugman recuerda que “los manuales clásicos de economía dicen que está bien, que es apropiado incurrir en déficits temporales en una economía deprimida”.
El ciego mercado omnipresente nos ha conducido a un callejón sin salida y ha costado miles de millones de dólares, además de crear mucha mayor incertidumbre, sufrimiento, angustia y dolor a cientos, a miles de millones de habitantes del planeta.
Habrá que estar al tanto de que no ocurra como ironiza el humorista El Roto: Un enorme transatlántico atracado con un pintor sobre un andamiaje exterior. Nombre del barco: “Nuevo capitalismo”. El pintor dice mientras pinta solitario el enorme casco: ‘Una manita de pintura y como nuevo’.
El nuevo orden es que los “rescatados” de verdad sean la inmensa mayoría de las personas, los ciudadanos. Quizás ya sea tiempo de cambio, de justicia. Si no nos acobardamos ni nos dejamos engañar.
Xavier Caño Tamayo
Periodista y escritor