¿Es la cara el espejo del alma? Llamazares, tómeselo a broma. Lo que acaba de sucederle es una fotonovela. Ya no las hay, porque la tecnología se las ha cargado (como a los suyos, los del puño en alto, se los merendó, pian pianito, el descrédito de los despotismos supuestamente ilustrados de la razón roja), pero si la ideología de la agrupación a la que usted pertenece es de índole decimonónica, nada mejor para retratar su rostro que un género nacido antes de que San Petersburgo se convirtiera en Leningrado. ¡Vaya, hombre! ¡Ya se me ha ido la lengua por hacer una gracia! Lo mismo se me enfada el aludido como se me enfadaron los torquemadillas de la corrección política cuando escribí con humor, y sólo por humor, lo de “gorrones sin fronteras” (¡pelillos a la mar, amigos! Os juro que, como colleja, ya está bien. Me doy por satisfecho. Volved cuanto antes, ilesos, a casita e incluso a las andadas, si no habéis escarmentado)… Insisto, Llamazares, tómese a broma no sólo lo del cartel de busca y captura de sus dos sosias colgado por el sheriff del Imperio en todas las picotas del planeta, sino también el cachondeo que me gasto. Va en mi naturaleza de escritor de igual modo que en la suya de político va la obligación de llamarse, ofendido, a escarnio para salir en los papeles sin pasar por caja. Los de su gremio creen que cualquier foto es útil para el voto. Rajoy sirviendo sopa boba de sobre de tienda china en un comedor de beneficencia y sacando pecho demagógico en el escaparate de las oficinas del paro o Zapatero postrándose de hinojos junto al descendiente del Tío Tom y cantando góspel para que el dios en el que no cree le conceda la gracia de quedarse como está. Eso, lo de sacar votos a fuerza de ir de pendón en las procesiones, es una niñería, pero allá ustedes, que, al fin y al cabo, y por lo general, como niños son. Decía, Llamazares, que si yo estuviera en sus zapatos, cosa imposible para alguien cuya ideología es la de la Pepa en Cádiz y no la de Lenin en el Hermitage, me tomaría el asunto a broma, enviaría una postal agradeciendo la propaganda al sheriff del Imperio y expresaría también mi reconocimiento al dios en el que no cree por la feliz coincidencia de que las teorías faciales de Lombroso -médico, como usted, y criminólogo celebérrimo en la centuria que la izquierda representa- hayan caído en un descrédito comparable al de la sinrazón roja. Mis respetos, don Gaspar. Que no le lleven a Guantánamo.
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Sobre el Autor
Jordi Sierra Marquez
Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.