La oposición de altos mandos militares estadounidenses a la retirada de Irak que plantea Obama podría enfrentar al nuevo presidente con sus fuerzas armadas.
Si sólo los vehículos militares que Estados Unidos tiene desplegados en Irak se alinearan en una columna, con sus parachoques en contacto, ocuparían el espacio que hay entre Madrid y Varsovia; y si desfilaran en columna a unos 50 km/h, con los intervalos requeridos, se necesitarían dos meses y medio para verlos pasar a todos. Un experto en logística de la Fuerza Aérea de Estados Unidos daba en The Washington Times algunos datos comparativos para valorar lo que en términos técnicos se denomina la “cola logística” inherente a cualquier operación militar, es decir, lo que hay detrás de cada combatiente para que éste pueda operar.
En Irak, por cada soldado en la línea de combate existen unos cuantos soldados más en lo que pudiera llamarse retaguardia (servicios, municionamiento, mantenimiento de equipos y material, comunicaciones, sanidad, administración, etc.). Pero también existen varias bases militares, de enormes dimensiones, que contienen verdaderas ciudades, con sus supermercados, gimnasios, tiendas de comida rápida, semáforos que regulan el tráfico, centrales eléctricas, oficinas de correos, campos de golf y de tenis, restaurantes de todo tipo. Entre ellas también hay bases aéreas, con sus servicios aeroportuarios, de reparación y mantenimiento de aeronaves, centrales eléctricas, plantas hidráulicas, hospitales, o residencias para militares de distintas categorías.
Esto lo tendría en mente el almirante Mullen, Presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor de Estados Unidos, cuando en una conferencia de prensa en el Pentágono declaró que “retirar todas las fuerzas [desplegadas en Irak] llevaría dos o tres años”. Especificó: “Tenemos 150.000 soldados ahora en Irak. Muchas bases. Muchísimo material allí desplegado”. Precisó, además, que cualquier operación de retirada estaría condicionada por el nivel de seguridad en cada zona, añadiendo que, por el momento, esto no es posible ni en Bagdad ni en Mosul, donde un cambio de responsabilidades entre las fuerzas de Estados Unidos y el ejercito Irakí implicaría muy graves dificultades. Es muy significativa, también, su toma de posición respecto a la nueva administración de Estados Unidos: “El presidente electo, Obama, ya ha dicho que recabaría mi asesoramiento y el de la Junta de Jefes de Estado Mayor, antes de tomar ninguna decisión. Y yo estoy esperando ese encuentro para discutir con él la cuestión”.
Se trata del primer escollo para el presidente entrante en cuanto quiera poner en marcha sus planes respecto a Irak. Si Obama persiste en la idea de retirar dos brigadas de combate al mes, algunos analistas de Estados Unidos temen que se produzca un serio enfrentamiento entre la cúpula militar y el presidente.
Aunque no se repitan las tensiones que tuvo que afrontar Truman cuando en 1951 destituyó al mítico general Douglas MacArthur, no es difícil imaginar que Obama haya de remodelar el alto mando militar que le deja Bush para poder llevar a la práctica sus planes sobre Irak.
Cada país tiene su forma de hacer la guerra, lo que depende sobre todo de su cultura popular. Si se dice que un magrebí combate hasta la muerte con solo un puñado de dátiles en la chilaba, un soldado estadounidense necesita su máquina de cocacolas y sus letrinas portátiles, y el Burger King esperando en la base, dotada de todo tipo de comodidades. El «muchísimo material» que citaba el almirante Mullen, y que constituye un lastre para planificar la salida de Irak, representa una carga logística de inimaginables proporciones.
Además, nadie en Estados Unidos desea volver a contemplar las vergonzosas escenas de la retirada de Vietnam en 1975, abandonando bases, armas, material y pertrechos, quemando a última hora documentos secretos en la embajada de Saigón y escapando desde su terraza en unos helicópteros desde los que se veía ya la llegada de las tropas del Vietcong.
La desafortunada herencia que Bush ha dejado en Irak a su sucesor va a obligar a éste a tomar decisiones difíciles. Ahora es probable que desde la oposición se exija austeridad y eficacia al nuevo presidente, olvidando a quien despilfarró los recursos de la nación en una aventura militar mal concebida y peor ejecutada, que ha creado una situación de muy compleja resolución. Obama requerirá toda la habilidad, paciencia y energía que pueden y deben exigirse a quien maneja el timón de la, hoy por hoy, nación más poderosa del planeta.
Alberto Piris
General de Artillería en la Reserva