Las Cajas de Ahorro fueron, en origen, una herramienta social del sector financiero que con el advenimiento del arribismo político se convirtieron en meras marionetas cuyos hilos eran manejados por el cargo electo de turno. Esta reconversión involuntaria obligó a las Cajas de Ahorro a financiar proyectos imposibles en beneficio de intereses creados y favores debidos.
Tantos fueron los excesos que las defensas inmunológicas desaparecieron y al menor síntoma de crisis financiera todas las Cajas de Ahorro quedaron infectadas sin ningún remedio eficiente más allá de la fusión entre ellas.
Diagnosticada la enfermedad y encontrada la solución, todo parecía sencillo, bastaba con localizar similitudes y potenciar sinergias positivas para iniciar las fusiones. Sin embargo, no hay más ciego que quién no quiere ver, y los politicuchos que manejan las Cajas se muestran reticentes a ceder parte de su poder, los sindicatos se aferran de manera interesada a puestos de trabajo ineficientes y los directivos quieren mantener sus cuotas, sin que nadie parezca comprender que aquello que todos quieren proteger desaparecerá de cualquier forma, bien a través de la fusión voluntaria o a través d ela intervención forzosa del Banco Central, como ha sucedido con Cajasur, y ya sucedió con Caja Castilla-La Mancha.
Una fusión conlleva daños colaterales, de eso no hay duda, en especial el drama de la pérdida de puestas de trabajo, pero los excesos del pasado siempre se pagan en el presente, para no provocar la extinción definitiva en el futuro.
En el proceso de fusión de Cajas de Ahorro se está demostrando, una vez más, la escasa altura moral y profesional de nuestros cargos electos, metáfora hiperrealista de nuestra sociedad, los cuáles nos han llevado a esta situación que estamos viviendo pero no parecen tener la voluntad necesaria para sacarnos.
Paralelismo atroz con los canales televisivos autonómicos, otra burbuja política de intereses personales de los cargos electos. ¡Qué país!