Podría comenzar este artículo hablando de la idiosincrasia española que nos lleva a dejar todo para el último momento y tomar medidas de solución en lugar de medidas preventivas, pero para ser riguroso, que normalmente me gusta serlo, tengo que hablar de la idiosincrasia de la clase política.
En estos días estamos asistiendo a toda una ola de medidas antidéficit tomadas por los gobiernos de todos los países de la Unión Europea, medidas encaminadas a promover la austeridad y a ahorrar al Estado correspondiente una importante partida de gastos. ¿Es algo bueno?
Según como se mire. Es bueno, sin duda, pero, si se podía hacer, ¿por qué no se hizo antes?
Todo buen gestor sabe que una de las claves de su trabajo es la minimización de costes, porque en ellos radica el verdadero éxito de una empresa solvente. Los ingresos van y vienen, y no siempre dependen del buen o mal hacer de la empresa, sino que se ven afectados por multitud de variables exógenas. Los costes, sin embargo, están principalmente determinados por la gestión empresarial por lo que deben de ser controlados de manera específica.
Sin embargo, los políticos europeos se han dedicado a malgastar el dinero de sus respectivos contribuyentes, y sólo han tomado medidas para minimizar sus costes una vez que no tenían ya otra solución y que la supervivencia de sus propios países así se lo reclamaba.
Estamos ante un escándalo de dimensiones universales, una situación que debería avergonzar a los cargos electos de cada país y hacerles reflexionar sobre su gestión pública, que ha sido tan nefasta como nos están mostrando las cifras de déficit.
Sin duda estamos ante uno de los males endémicos de la democracia. Los mismos políticos que gestionan el presupuesto de un país se someten después al vaticinio de las urnas, con lo que ante la duda prefieren gastar más que menos para tener contenta a la sociedad.
Una sociedad que si estuviera bien informada, y no intoxicada permanentemente por la opinión que ha comenzado a sustituir a la información, se daría cuenta del descabello que está sufriendo a manos de unos pocos que ahora se están viendo con el agua al cuello.