Al leer el titular del artículo “La crueldad con los animales, un signo de alarma psiquiátrica” escrito por Cristina de Martos y publicado en un conocido periódico español, enseguida me ha venido a la mente una pregunta: la insensibilidad ante esta crueldad, el que no exista una alarma social para exigir leyes que protegan a los más indefensos, los animales, el no castigar a los protagonistas…¿de qué es síntoma? Porque lo que está claro es que, si un individuo comete una agresión, tortura, o asesinato en una criatura indefensa y automáticamente pensamos que el protagonista tiene algún desequilibrio en su psique, algo falla en la mente y los sentimientos de los que, siendo espectadores, o siendo informados de estos hechos, no actúan para defender a las víctimas; o no sólo no actúan, sino que minimizan la importancia de la violencia cometida, e incluso la fomentan y la aplauden.
Otro dato que me ha llamado la atención en este artículo es la reflexión a la que ha llegado Francisco Montañés, jefe del Psiquiatría de la Fundación Hospital de Alcorcón:
«Aproximadamente, la mitad de los individuos asociales incurre en conductas sádicas y si lo hacen antes de los 10 años el pronóstico es peor . Si repites el acto y va aumentado el tamaño del animal; si se disfruta… Las posibilidades son mayores».
“Repetir” y “disfrutar” con conductas sádicas, ¿no tienen nada que ver con lo que se hace a un toro, una vaquilla, un becerro, en las fiestas autorizadas y subvencionadas por el gobierno en este país? ¿No es tortura, sadismo lo que se hace con estos animales capaces de sentir dolor? ¿No disfrutan los que acuden a estos “festejos”? ¿No hay niños a los que sus mayores han llevado para presenciar estos actos de crueldad, haciéndoles ver que forma parte de una “celebración” en la que se puede “gozar”? ¿No se ha declarado la tauromaquia un “Bien de Interés Cultural”? ¿No se están dando pasos en algunas autonomías para que estas acciones violentas se enseñen como algo cultural y artístico en muchos de los centros de estudios de nuestros niños? ¿Dónde está la diferencia para declarar tortura y sadismo cuando la víctima es un perro, y en cambio, enseñar e inculcar que es “arte” si se comete la misma violencia contra un toro, un becerro o una vaquilla?
Si los profesionales de psiquiatría afirman que el ensañamiento con los animales es una prueba de transtorno de conducta ¿por qué estos mismos expertos no están en contra de que los niños españoles puedan ver una corrida o una becerrada? ¿Por qué las asociaciones para la protección del menor en este país, no denuncian estos hechos que perjudican gravemente la mentalidad susceptible de los niños?
La pasividad, la insensibilidad ante el dolor ajeno es un síntoma de que nuestra sociedad ha perdido el sentido de la compasión. El que desde el gobierno (elegido por el pueblo) y las administraciones, se fomente la tortura con subvenciones millonarias, mientras no existen planes de enseñanza en el respeto y la protección de los animales y la naturaleza, es una señal alarmante de enfermedad. El que las autoridades y la ciudadanía condecoren y enaltezcan a ciertos individuos por torturar y matar a un toro con mejor “arte” que otro, es un síntoma de cáncer. Cuando existe un tumor maligno hay que extirparlo, no podemos considerar el carcinoma un adorno en la piel.
Yolanda Plaza Ruiz
http://delavidaylapalabra.blogspot.com/2010/07/la-pasividad-de-la-sociedad-espanola.html