Tras casi 40 días de excavaciones, concluyeron las excavaciones en los yacimientos burgaleses de la Sierra de Atapuerca. Sus tres codirectores, José María Bermúdez de Castro, Eudald Carbonell y Juan Luis Arsuaga, expresaron su satisfacción por ver los objetivos cumplidos.
Entre ellos, determinar si la presencia humana documentada en campañas anteriores en la Sima del Elefante se continuaba produciendo en la cavidad en niveles más bajos y posiblemente más antiguos de 1’3 millones de años. Aunque no han aparecido restos humanos en este sentido, la presencia puede constatarse gracias a la recuperación de piezas de industria lítica y huesos con marcas de corte en este yacimiento.
Asimismo, se han recuperado restos de animales que nos permiten reconstruir el paisaje existente en las inmediaciones de la Sierra durante el Pleistoceno Inferior y finalmente, la campaña 2010 ha ayudado a comprender los procesos sedimentarios que han dado lugar a una morfología del relleno tan peculiar como el existente en la Sima del Elefante.
Por otra parte, la localización de restos de diferentes taxones de aves así como de animales de macrofauna como caballo, ciervo, macaco o bóvido refuerzan la idea que en la sierra hace mas de un millón de años había un paisaje en el que se mezclaban zonas arbóreas con zona algo más abiertas y menos boscosas. Entre los restos de herbívoros recuperados cabe destacar la presencia de diferentes elementos esqueléticos en semiconexión anatómica de un bóvido, posiblemente un bisón.
Este hallazgo es importante porque hasta el momento en el interior de la Sima del Elefante los restos de animales de talla grande eran escasos y en ningún caso se habían recuperado huesos largos y costillas enteros y, mucho menos en clara conexión esquelética, de un ungulado. Por otro lado, también se han recuperado las extremidades en conexión anatómica de un félido de tamaño medio-grande, posiblemente un jaguar.
La Gran Dolina es otro de los yacimientos a los que siempre se presta especial atención debido a la cantidad de información sobre los primeros homínidos que ha proporcionado a lo largo de las anteriores campañas. Este año las excavaciones se han desarrollado en el último subnivel de TD6, llamado TD6-3, y a partir de los datos obtenidos, se ha comprobado que durante la formación de este depósito, Gran Dolina funcionó como cubil de grandes carnívoros como hienas y osos.
La presencia humana en este conjunto no fue continuada, sino más bien visitas aisladas y esporádicas de homínidos, cuyas actividades sólo deja restos óseos aislados con algunas marcas de corte y fracturas y algunas herramientas dispersas. Asimismo, se ha trabajado en el nivel TD10-2 de Gran Dolina, con una antigÁ¼edad de unos 350.000 años. Los hallazgos nos remiten al campamento que tuvo en esta cueva el Homo heidelbergensis y permiten plantear la hipótesis de la amplia complejidad social y técnica que tenían estos homínidos, que se especializaron en la caza de bisontes utilizando herramientas elaboradas con sílex.
Otros yacimientos
En la Sima de los Huesos se han recuperado importantes fragmentos craneales que, unidos a los de anteriores campañas, están permitiendo la reconstrucción de un nuevo cráneo muy completo. Los investigadores aseguran que es el mayor descubrimiento de este yacimiento desde que se recuperaron en 1992 tres cráneos humanos, entre ellos el mítico Cráneo 5, también llamado Miguelón.
También ha deparado buenas noticias el yacimiento de La Galería de las Estatuas donde se han recuperado abundantes restos de fauna y un interesante conjunto de piezas de industria musteriense, la propia de los neandertales. Su cronología se sitúa en torno a los 45.000-50.000 años y se trata del único yacimiento de esta época conocido en las cuevas de la Sierra de Atapuerca.
Los trabajos en la Cueva del Mirador se han centrado en la excavación de un sepulcro colectivo y de una inhumación individual, pertenecientes probablemente al periodo calcolítico, entre 4.000 y 5.000 años de antigÁ¼edad, momento en que El Mirador seria utilizado como cueva sepulcral por las comunidades de pastores y agricultores que poblaban la zona.
En el sepulcro colectivo, decenas de individuos de diferentes edades y sexos fueron depositados juntos, unos sobre otros, acompañados de sencillas ofrendas (pequeños recipientes cerámicos sin decoración y conchas de la especie fluvial Margaritifera), mientras que en el extremo opuesto de la cueva una chica de unos 15 años fue enterrada sola, sobre una repisa de roca, portando ornamentos fabricados con conchas marinas.
El distinto tratamiento dado a los diferentes individuos, al que hay que añadir el que mostraban los restos humanos canibalizados hallados en la cueva en la campaña de 2000, ponen de manifiesto la complejidad del universo funerario de estos grupos, y abre las puertas al conocimiento de su estructura social y su mundo simbólico.