La Declaración de los Derechos Humanos no pretende imponer conductas, sino proporcionar directrices para que los gobiernos protejan los derechos inherentes a toda persona.
Ante el 60º aniversario de la declaración fundacional del sistema internacional de derechos humanos, es evidente que la puesta en práctica de las obligaciones relacionadas se ha quedado muy lejos de los compromisos que se adquirieron. Desgraciadamente, se puede afirmar que las deficiencias en esa puesta en práctica se han vuelto aún mayores en los últimos años. Esto se ha debido, en parte, a que ha surgido un entorno político mundial más condicionado por la seguridad desde los atentados contra Estados Unidos en septiembre de 2001.
Igual de preocupante resulta que las antiguas divisiones de la guerra fría puedan estar resurgiendo y que nuevas formas de polarización entre el Norte y el Sur en asuntos políticos clave como el comercio, la ayuda y el medioambiente hagan que las medidas nacionales y la cooperación internacional eficaces sean más difíciles en aquellos asuntos relacionados con los derechos humanos.
Debemos mirar atrás y reflexionar sobre nuestra historia y recordar que la Declaración Universal mantiene un cuidadoso equilibrio entre las libertades individuales, la protección social, las oportunidades económicas y las obligaciones hacia la comunidad.
Deberíamos también recordar al extraordinario grupo de personas de distintos orígenes, tradiciones y creencias que, bajo la dirección de Eleanor Roosevelt, fueron capaces de formar un frente común reconociendo la dignidad inherente y los derechos de todos los pueblos. Es un triste hecho que los Estados africanos, que se formaron tras la adopción de la Declaración Universal, no participaran en su creación. Y, lamentablemente, las voces de África siguen viéndose marginadas demasiado a menudo. Pero yo paso gran parte de mi tiempo en el continente africano y sigo sintiéndome esperanzada al ver cómo la sociedad civil (y la inmensa mayoría de los Gobiernos) acoge la Declaración Universal como propia. Sólo hay que recordar las palabras de Nelson Mandela: “(…) Las sencillas y nobles palabras de la Declaración Universal fueron un repentino rayo de esperanza en uno de nuestros momentos más sombríos. (…) Este documento nos ha servido de faro luminoso e inspiración. (…) Era la prueba de que no estábamos solos, sino que formábamos parte de un movimiento mundial en contra del racismo y el colonialismo, y a favor de los derechos humanos y la justicia”.
También resulta esencial que recordemos que la declaración, y el sistema internacional de derechos humanos que emana de ella, nunca ha pretendido imponer a los gobiernos y sociedades un modelo único de lo que constituye la conducta correcta. Más bien proporciona un “estándar común de éxito” que debería ser llevado a la práctica de diversas formas en los distintos países. ¿Cómo podemos además avanzar y fijarnos nuevos compromisos para el futuro? ¿Cómo volver a reclamar el mensaje unificador de la Declaración Universal y volver a comprometernos en la labor de hacerla realidad? ¿Qué podemos hacer para conseguir que los derechos humanos formen parte de las políticas y prácticas empresariales dominantes?
En The Elders, organización de la que formo parte, hemos tratado de aprovechar este año del aniversario para recordar al mundo los derechos y libertades que los gobiernos se han comprometido a hacer realidad para todos, y para poner el poder de los derechos humanos en manos de personas y comunidades de todo el planeta. The Elders ha promovido la campaña Todo ser humano tiene derechos, que, a lo largo del último año, ha representado a un único y poderoso colectivo de organizaciones, reunidas para llamar la atención sobre la necesidad de renovar el compromiso de garantizar un futuro más esperanzador para todos.
A pesar de los retos pendientes, hay motivos para la esperanza. Disponemos de mejores herramientas para comunicarnos y exigir justicia que las que ha tenido cualquier generación anterior. Podemos decidir ser la generación que verdaderamente haga realidad el poder de la familia humana, unida en dignidad y derechos. Comprometámonos a desafiar las divisiones y a perseverar en nuestro esfuerzo hasta que el lema Todo ser humano tiene derechos sea algo más que una promesa: hasta que sea el sueño hecho realidad de aquellos visionarios que redactaron la Declaración Universal hace 60 años.
Mary Robinson
Presidenta de Realizing Rights: The Ethical Globalization Initiative, y ex presidenta de Irlanda.