Recientemente he ampliado los ámbitos sobre los cuales escribo. Además del marcado interés que tengo por los derechos humanos, he decidido incursionar en el análisis político.
A ello ha ayudado de manera fundamental la guía del Dr. Alfredo Castillero Hoyos. El nos ha introducido en el conocimiento del pensamiento republicano, e igualmente nos ha llamado la atención respecto de la vocación trágica de la política, temas estos que han acaparado mi atención, y que ocuparan un sitial importante en el desarrollo de este escrito.
Por ello recuerdo que no fue hace mucho cuando dialogaba con él, respecto de la posibilidad de comparar ideas políticas occidentales y conceptos filosóficos y religiosos del cercano y lejano Oriente, para poner a estas ideas a conversar, a fin de ver que resultaba de su influencia mutua.
Ese proyecto se encuentra latente, no obstante hace poco, tuve la oportunidad de retomar esa línea de reflexión, y me atreví a comparar la expresión filosófica japonesa wabi sabi, con el humanismo pesimista ínsito en la ética de la responsabilidad de Max Weber.
Así, debo empezar por decir que wabi sabi es un concepto que atiende a la belleza de las imperfecciones, partiendo de tres premisas fundamentales: las cosas son impermanentes, incompletas e imperfectas.
Dicen los pensadores japoneses que se pueda saber cuando uno contempla un objeto wabi sabi, porque al hacerlo, el observador se ve embargado de una serena melancolía y un anhelo espiritual.
Esa sensación fue exactamente la que me invadió cuando descubrí el humanismo pesimista, que subyace detrás de ciertas visiones de la política (Hobbes, Berlin etc).
Y ello nos provoca un sentimiento de apego a lo que alguna vez Max Weber definió, cuando reflexionaba sobre la trágica vocación de la política, como la ética de la responsabilidad.
Esta ética, que encuentra su esfera de aplicación en el ámbito de lo público, nos invita a tener presentes los defectos del ser humano, y a tomar en cuenta las consecuencias previsibles de nuestras propias acciones.
Una reflexión humanista, republicana, cuyas consideraciones deben orientar a nuestras figuras políticas, quienes con humildad deben considerar, que las decisiones que los hombres de estado asumen en la esfera de lo público, siempre serán impermanentes, imperfectas e incompletas; no obstante la obligación o el anhelo que tengan de procurar el bien común de nuestros conciudadanos, sobre todo de los más vulnerables.
Luego, y pese a las imperfecciones humanas que influyen en ella, es posible rescatar a la política desde una perspectiva Wabi Sabi, como una vocación bella, pero triste, pues parece estar condenada, como diría el pensador alemán, desde siempre a la tragedia.
Reconozco que el ejercicio adelantado en estas líneas para mi ha sido enriquecedor, más allá del valor intelectual que pueda tener el mismo, ya que en el fondo se convirtió en un ejercicio crítico y autocrítico, que en mi caso me ha llevado a experimentar humildad, compasión y misericordia por los demás y aún hacia mi mismo.
Ello porque debo reconocer que, pese a mi anhelo de llevar una vida marcada por la justicia, la belleza y la verdad, noto cuan lejos me encuentro de esa meta, producto de mis imperfecciones humanas
E igualmente porque noto que lejos estamos como sociedad, de enrumbar sin desmayos nuestros esfuerzos hacia esos objetivos.
Siendo reflexivo, tal vez ello obedezca a que, históricamente hablando, la justicia es como el relámpago. Su luz solo alumbra por momentos, en medio de las tormentas de la historia.
Si ello es así lo único que queda es fortalecer la voluntad, establecer convicciones, trazar caminos y redoblar esfuerzos para llevar la iluminadora experiencia de la justicia, a todos aquellos que en nuestras sociedades más lo necesitan.
Y es allí precisamente donde surge la belleza y la trascendencia de la política y el ser humano. Porque como diría Maquiavelo visto aquí a la luz del wabi sabi, pese a que los seres humanos somos ímpermanentes, incompletos e imperfectos, solo necesitamos darle a la humanidad la grandeza de una idea (que en su caso era la republicana), para que supere los limites de sí misma.
Y es precisamente esa meta la que según Maquiavelo, los hombres de estado deben proponer a sus pueblos, sobre todo si esta idea es la de alcanzar en lo interior, libertad como no dominación para los ciudadanos, y en lo exterior independencia para la República; sabiendo que su recompensa por estos logros será la gloria.
Ojalá y en el caso panameño así sea.