Aprovechando los focos mediáticos de la Huelga General que se avecina, los sindicalistas de pro, o de contra, depende de para quién, siguen apareciendo un día sí y otro también en los medios de comunicación para justificar lo injustificable, para intentar encontrar una razón para su protesta tardía y falsamente reivindicativa.
Porque no dudo de que exista algún miembro sindicalista que realmente crea en los derechos del trabajador, aunque yo todavía no me lo he encontrado, pero sí tengo mis serias dudas sobre si conocen cuál es el verdadero derecho del trabajador.
Llevan meses cacareando a los cuatro vientos que los trabajadores tienen derecho a una indemnización por despido de 45 días, a una edad de jubilación a los 65 años y a contratos indefinidos por doquier, sin pararse a pensar, ni una sola vez, que el verdadero derecho del trabajador es el trabajo. Los trabajadores quieren trabajar.
Los trabajadores están cansados de ver como en las empresas se destruye empleo por el eslabón más débil y no por el más ineficaz, como una vez sí, y otra también, se despide al recién llegado y se mantiene al que más tiempo lleva por el mero hecho de que es más caro despedirle sin que los sindicatos digan nada.
Los trabajadores están cansados de que la rigidez sindicalista impida que los ajustes de plantilla se hagan en tiempo trabajado y no en puestos de trabajo, mientras que los sindicatos siguen reclamando derechos obsoletos.
Los trabajadores están cansados de que desde sus sindicatos se reivindiquen industrias en decadencia en lugar de trabajar por la formación continua de los trabajadores que permita su reconversión laboral.
Los trabajadores están cansados de la precariedad laboral heredada de los contratos temporales que impusieron los sindicatos con el gobierno de González, para mantener en sus puestos de trabajo a los más afines a sus propuestas.
Tiempo es de ponerse a trabajar por un futuro mejor y no un por un pasado que todos queremos olvidar. Hay que construir entre todos un marco regulatorio laboral que dote de flexibilidad a empresas y trabajadores, sin repercutir negativamente en los derechos de ninguno. La lucha de clases ya no se libra entre explotador y explotado, ahora se dirime entre iguales, unos que quieren utilizar libremente su capital y otros que quieren hacer uso libre de su tiempo de trabajo.
Y hasta que los sindicatos no comprendan que los tiempos han cambiado seguiremos siendo el país con tasas de desempleo más elevadas del mundo occidental.