Hace muchos años y con algunas variantes; en la mayoría de pueblos y ciudades españolas, a la entrada de las mismas, rezaba este aviso que era contundente por demás. Los mendigos que entraban en las mismas, y empezaban su negocio (no olvidemos nunca que la mendicidad es un negocio más y en muchos casos muy lucrativo) eran detenidos, llevados al cuartelillo y allí; “les era leída la cartilla” y luego expulsados del pueblo, con el aviso de que si volvían irían a la cárcel… “donde se les haría trabajar”.
Existía una ley denominada de “vagos y maleantes”, que aplicada con rigor, también evitaba mucha de la escoria que hoy padecemos (y no, no era de Franco la ley, era de la II República; lo que ocurrió es que por lo visto, Franco la vio de utilidad y la mantuvo) y sí; he dicho y mantengo lo de escoria, puesto que escoria es todo parásito que parasita a la sociedad, sea mendigo o “alto empleado público”; un parásito siempre será parásito por muy bien vestido que vaya o se presente. Pero volvamos al lumpen de la mendicidad, que reitero, es un oficio y al que se dedican (o los dedican) desde antes de aprender a andar, puesto que esos parásitos ya y desde que engendran a un hijo, piensan dedicarlo “al negocio familiar”; incluso se prestan o venden bebés.
En la nueva época democrática y entre tantas miserias como ya se acumulan en esta abandonada (por los políticos) España “nuestra”; una y muy destacada es la nube de mendigos y pedigÁ¼eños que hay en toda su geografía y de lo que nadie del gobierno o gobiernos menores, se preocupan en absoluto.
Me contaron que hubo un alcalde de pueblo (creo que catalán) y el que se quitaba de en medio a los mendigos y pedigÁ¼eños, puesto que tenía unas cuantas azadas, picos y palas; y al que pillaban en su municipio, pidiendo o mendigando, con la cantinela de… “sin trabajo, con hijos, con familia, etc.”; simplemente era llevado al almacén municipal, se le facilitaba unas de las mentadas “máquinas de trabajo manual” y se le ponía a continuar alguna zanja ya iniciada a tal efecto… la mayoría, aguantaban el día; al siguiente desaparecían y nunca más volvieron. No buscaban trabajo, ello quedó claro.
Estos “comerciantes y que explotan a los débiles y a los que sacan limosnas, algunas de ellas nos asombrarían el saber su cuantía”… se reparten estratégicamente las zonas donde operan; y ni se le ocurra a un competidor ponerse cerca del “dueño” de la misma, puesto que habrá disputa y no nos extrañe si palos también.
Por mi parte y tras experiencias propias y de otros que me contaron; no doy limosna a nadie, puesto que sé, que el que con un mínimo de dignidad ha llegado a situación precaria; recurrirá a lo que sea… menos a pedir limosna; sencillamente, su dignidad humana se lo impide. Irá a comedores públicos; buscarán en contenedores, recogerá chatarra, cartones, o lo que sea, pero no pedirá limosna.
Llevo tiempo pasando por una esquina céntrica; donde veo a un individuo, que simplemente me da asco; puesto que siendo un hombre joven y que por su apariencia no habrá cumplido los cuarenta años; viéndosele un buen aspecto físico; permanece de rodillas en la esquina, no se el tiempo que así está cada día (lo que por otra parte debe ser martirizante) y con un cartelito que pueden imaginar, pide limosna arrodillado.
En España no eran tan abundantes estos profesionales, pero ahora con eso de la libre circulación “europea” y viendo el paraíso que es España para pedigÁ¼eños, mendigos y delincuentes… “la plantilla de limosneros es ya una plaga”.
Por tanto, sería de desear el que volvieran aquellos carteles y como mínimo, expulsar a toda esta gente por indeseable; puesto que nada positivo aportan.
Y no me vengan con la monserga de derechos… que mucho antes son las obligaciones y para comer antes hay que trabajar y el que no pueda; pues para ello hay infinidad de organizaciones que los socorrerán o deben socorrerlos, pero lo que es necesario es esa limpieza social y como mínimo, que cada cual vuelva a sus lares… “y allí que lo conocen, que se las busque como pueda”; o sea lo que yo he hecho toda mi vida, puesto que me pusieron a trabajar a los siete años; y nunca me he quejado.
Lo que ha ocurrido en Francia y que tanto bombo y platillo se le ha dado; yo creo que ha sido por ser empleado como arma política y en contra de un gobierno; si lo ocurrido se atiene a la realidad que yo comento, estoy con el Gobierno Francés; el que por lo menos, ha dado un paso adelante para limpiar de parásitos sus ciudades. A ver cuándo empiezan aquí en España. Y no se me tergiverse, que estoy hablando de hechos, no de razas, colores de piel o cualquier otro tipo de gentes… “yo y como San Pablo opino que el que no trabaje que no coma”… está claro que hablo del que puede trabajar.
Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
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