El envío de nuevas tropas y de más fondos a Afganistán no ha conseguido más que acentuar una espiral de violencia que hoy amenaza con recrudecerse.
La última visita de George W. Bush a Oriente Medio como Presidente de Estados Unidos dejó un mensaje claro respecto a la guerra de Afganistán: “la lucha será larga”. Una lucha que comenzó el propio Bush tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, y que, siete años después, no parece acabar. El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) cifra las víctimas civiles en unos 1.500 sólo hasta noviembre de 2008, ya sea por los ataques de los insurgentes o por los bombardeos de las tropas internacionales desplegadas en Afganistán. Pero la guerra también se ha cobrado la vida de miles de militares. La reciente muerte de cuatro soldados británicos hace que ya sean más de 130 los fallecidos en el ejército de este país. En las tropas españolas, las bajas ya llegan a ochenta y siete. Estados Unidos continúa sin revelar el número de fallecidos en sus filas, pero, si se cuentan las bajas en Irak, éstos se cuentan por miles.
El conflicto de Afganistán ya afecta de forma directa a Europa. La amenaza de los terroristas llegó a París en forma de cinco cartuchos de dinamita situados en unos grandes almacenes. Su colocación fue reivindicada por el Frente Revolucionario Afgano, que reclama al Presidente francés Nicolás Sarkozy la retirada de Afganistán de sus tropas antes de febrero de 2009. Tras el último video difundido por los talibanes, sus amenazas se extienden a España, Dinamarca, Israel, Australia y Estados Unidos. En suelo afgano, la situación se recrudece, y el avance talibán parece incuestionable. La guerra de Irak ha eclipsado, hasta ahora, la situación crítica que se vive en Afganistán.
Según un informe del Centro Internacional de Seguridad y Desarrollo (ICOS), los talibanes podrían dominar ya el 72% del territorio afgano, casi un 20% más que hace un año, con la amenaza real de que Kabul vuelva a manos de los fundamentalistas. A pesar de las ingentes cantidades de dinero destinadas a la guerra, los talibanes, con menos medios, parecen imparables. A ello ayudan sus refugios situados en Pakistán y el creciente apoyo de la población afgana, masacrada por los bombardeos de las tropas aliadas. El estudio dice que no sólo basta con enviar soldados y destinar fondos a la guerra. Es necesario “unificar el mando de las fuerzas aliadas, extender la reconstrucción a zonas rurales e impulsar la democracia a escala local”. Un difícil escenario que tendrá que asumir el nuevo presidente estadounidense Barack Obama. Desde la campaña electoral hasta su elección como Comandante en Jefe, Obama ha mantenido su intención de enviar más tropas a Afganistán, así como retirarlas de Iraq, algo improbable a corto plazo.
Pero, antes de que Obama asuma el cargo, el secretario de Defensa de la administración Bush, Robert Gates, se ha comprometido a incorporar 7.000 nuevos efectivos a los 33.000 soldados estadounidenses ya presentes en Afganistán. Gates mantendrá su puesto de secretario de Defensa en el gobierno de Obama, por lo que esta medida anticipa que pocas cosas cambiarán en esa política. Pero algo que sí cambiará será la búsqueda y el encuentro de apoyos en el exterior. La confianza que despierta Obama entre los líderes europeos puede favorecer el envío de más tropas internacionales.
El general David McKiernan, comandante de las fuerzas estadounidenses y de la OTAN en Afganistán, ha pedido 22.000 nuevos soldados en la zona. La Ministra de Defensa española, Carme Chacón, solicitará al Congreso de Ministros que se elimine el límite de 3.000 soldados españoles que pueden desplegarse en misiones internacionales, lo que parece una declaración de intenciones del gobierno a pesar de que se descarte, de momento, que se amplíe el número de soldados allí destinados.
En siete años, el envío de nuevas tropas y de más fondos no ha conseguido más que acentuar una espiral de violencia que hoy en día amenaza con recrudecerse. A pesar de las recomendaciones y de los casi nulos avances del país, los gobiernos acuden a los mismos recursos: más soldados y más dinero. Ya no les queda otra alternativa. Su gestión, y los talibanes, les han acorralado.
Javier García Ropero
Periodista