POR KARLA ALEJANDRA ROJAS AMIJOS.
Agresividad, aislamiento y fracaso en los estudios son frecuentes en los niños que abusan de las tecnologías modernas.
Los adolescentes viven pegados a sus teléfonos portátiles, están pendientes de los mensajes de correo electrónico, de conectarse al Messenger o de actualizar su perfil en Tuenti o Facebook. Las nuevas tecnologías calan hondo en la sociedad, sobre todo entre los más jóvenes.
Un ochenta por ciento de los niños entre diez y dieciséis años tiene un teléfono móvil de última generación, el 44% dedica entre una y dos horas al día a usarlo y el gasto medio por niño se eleva a 42 euros al mes. Son los datos que se desprenden del informe “La telefonía móvil en la infancia y la adolescencia”.
Las formas de relación se modifican junto con la comunicación grupal de los jóvenes. Es una realidad patente en los hogares, comprobable día a día, y se puede decir que es una adicción que provoca dependencia.
Los jóvenes vivimos rodeados de tecnología, contamos con ordenador, cámara digital, iPod, consolas y múltiples aparatos que llenan las habitaciones y centran la atención para monopolizar el tiempo de uso. Una vez descubiertas las múltiples posibilidades de la tecnología, llegan los últimos modelos.
Hoy es fácil para los jóvenes tener teléfonos, pues son sus padres quienes pagan de forma directa o indirecta las recargas de saldo o facturas. Resulta inquietante que los padres prefieran que sus hijos tengan portátiles para controlarlos que buscar otras vías de comunicación.
Los teléfonos móviles ofrecen a sus usuarios libertad, independencia y facilidad de comunicación. Estas libertades pueden llegar a convertirse en dependencia. Si se analizan casos de adicción, se comprueban ejemplos de agresividad, mal humor, aislamiento, fracaso en los estudios y alejamiento de la familia que manifiestan los “adictos al móvil”.
Una cuestión que les facilita a los jóvenes el acceso a los móviles es el acceso que tienen para conseguirlos. La mayoría lo consigue a los 11 años, cuando está recomendado que no lo tengan hasta los 16. Cada vez es más habitual que niños de nueve o diez años tengan su propio móvil y que caigan en adicción.
Los padres suelen regalar móviles a los hijos a una edad temprana porque se sienten más seguros. Esto se transmite y por ello los adolescentes sienten cada vez más la necesidad de llevar un móvil consigo a todas horas, aunque no con los mismos fines que sus padres.
Atrás quedaron los típicos regalos que se hacían en la Primera Comunión. La nueva generación vive conectada, está en contacto con la tecnología casi desde la cuna: vídeos, walkman, Internet, videojuegos, reproductores de CD. Sin embargo, es importante que los padres sepan que no estamos ante un simple juguete.
Es paradójico el hecho de que un aparato tecnológico que proporciona independencia cree tanta adicción entre la población adolescente. Tanto el móvil, como Internet, han demostrado que hemos dejado de mantener una comunicación personal con aquellas personas que vemos a diario para sumergirnos en una realidad virtual.
Vivimos enchufados a un mundo virtual. Si nos quitamos los cascos, si apagamos el móvil, podemos darnos cuenta de que hay un mundo más allá del SMS.
Karla Alejandra Rojas Amijos
Periodista