Con la elección de Barack Obama como presidente de Estados Unidos surgieron en base a su discurso, lógicas esperanzas de paz en relación a la invasión de Irak, y de sensatez en cuanto al manejo de la economía. Sin embargo, el sueño duró muy poco ante los anuncios de quienes lo acompañarán en su gestión. Los nombramientos han recaído en quienes componen el grupo que apoya la guerra continua- o invasión perpetua-, incluso en defensores de la tortura, y en quienes son responsables del derrumbe financiero.
Todo indica que la famosa frase “change” de campaña utilizada por Obama suena vacía.
No habrá cambio mayor en las estructuras del poder oligárquico elitistas, las cuales realmente dirigen esta nación. Por ejemplo, Obama designó a Robert Rubin como miembro de su equipo económico. Rubin promovió la desregulación de los mercados financieros en los años noventa. Tiene además un controvertido pedigrí contable. Fue presidente del comité ejecutivo de Citigroup Inc. cuando este banco publicó trabajos falsos de investigación de analistas, ayudó a la Enron Corporation a disfrazar sus libros, fue sorprendido maquillando los suyos, fue director en Ford Motor Co. (2000-2006), que también cometió faltas contables, y ahora cabildea a favor del rescate de esa compañía automotriz y del Citigroup. Pretender regular de nuevo una economía mundial que ha perdido el norte dando el comando de la operación a los que la desregularon con violencia, es como querer apagar un incendio con gasolina.
Otro nombramiento que representa una continuación de la línea actual es el de Rahm Emmanuel designado como Jefe de la Casa Blanca. Para quienes no han oído hablar de Rahm Emanuel, debemos decir que se trata de un ciudadano israelí que se nacionalizó norteamericano –sin renunciar, a su pasaporte israelí- a los 18 años. A los 32, se enroló como voluntario en la Operación Tormenta del Desierto (1991) y fue miembro del dispositivo desplegado para garantizar la defensa de Israel en caso de ataque iraquí contra ése país. Se lo acusa de ser miembro de Amal, el servicio de inteligencia del ejército de Israel., Su padre, Benyamin Auerbach, participó el 17 de septiembre de 1948 en el atentado que le costó la vida al conde sueco Folke Bernadotte (mediador de la ONU en Palestina) y al coronel francés André Serot (observador militar de la ONU). Aquel doble asesinato puso fin al proyecto de creación de un Estado binacional en Palestina y transformó la naturaleza misma del Estado de Israel confiriéndole una configuración diferente a la determinada por la ONU.
Con estos nombramientos de Obama resulta fácil de entender como definitivamente este 28 de diciembre quedará en los anales de la Historia como una fecha triste y oscura para la humanidad. No sólo se recordara este día por aquel antiguo episodio en que el rey judío Herodes ordenó el asesinato de recién nacidos de su propio pueblo, sino que también se lo evocará como el día en el que el estado israelí cometió la mayor masacre contra el pueblo palestino en mucho tiempo (más de 300 muertos hasta el momento) coartando el suministro médico necesario para atender a los heridos. Esta agresión desmedida ante las causas que la originan, como las tantas cometidas por la nación judía, se comprende cuando se leen partes de los manuscritos del Antiguo Testamento, como “Los Jueces” que enfatizan el hecho de que los hebreos son los elegidos por Dios o Yahvé. Este los colmaría de bienaventuranzas y prosperidad luego de soportar penurias en la búsqueda de la Tierra Prometida, (por su condición de seminómadas). Para lograr tal propósito, debían luchar contra otros pueblos del Cercano y Medio Oriente, calificados por la Biblia como infieles o paganos. Según el relato de “Jueces”, todos los pueblos paganos eran enemigos a priori de los judíos, razón por la que deberían ser combatidos. En otras palabras, al ser el pueblo “elegido” por Yahvé, los hebreos contaban supuestamente con la protección y el mandato divino de forjarse su camino aún a costa de los pueblos vecinos. Es así como los hebreos fueron protagonistas de la constante conflictividad del Cercano y Medio Oriente, tal como lo son en la actualidad.
Existen voces ocultas de judíos que no están de acuerdo con la política de Israel. Uno de ellas es la de Emmanuel Lévyne, autor del libro «Judaísmo contra sionismo». Este filósofo francés de origen judío afirma que el sionismo es una tragedia occidental porque trasplanta el drama, la crisis y el carácter opresivo de la civilización occidental al Medio Oriente. En realidad la perversidad con la que los israelíes tratan a los palestinos recuerda a la misma perversidad utilizada por los nazis. Es por ello que desde el punto de vista psicológico se puede explicar tal reacción como la identificación con el agresor temido. En otras palabras, el miedo impreso en la mente de los judíos por Hitler, los ha conducido a identificarse con ese personaje siniestro, más todopoderoso en su momento.
No es la primera vez que la religión en combinación con mentes enfermas es usada como ideología para sembrar la guerra. Efectivamente, el economista Lyndon Larouche ha comparado la época económica de hoy a la de los fines de la era medieval-fines del siglo XV- cuando la iglesia católica en unión con los reyes europeos dominó el mundo occidental con absolutismo e insensatez. Estos fueron los tiempos de la Santa Inquisición, de las cruzadas, de la guerra de los 100 años en Francia y de la peste negra que redujo drásticamente la población europea. La palabra «cruzada» significa la «guerra a los infieles o herejes. Las cruzadas fueron ocho en total y se realizaron con el financiamiento de la iglesia católica que aspiraba a extender sus dominios sobre el Imperio Bizantino. Los caballeros ambicionaban ganar algún principado, los menestrales soñaban hacer fortuna en el Oriente, país de las riquezas, y los siervos deseaban adquirir tierras y libertad.
La ambición desmedida de los católicos se asemeja a la ambición sin límites de los sionistas de dominar los territorios con el oro negro, siendo Tel Aviv la capital de ellos. La caída de la banca florentina recuerda a la caída de Wall Street, las hambrunas de esos tiempos se equiparan a las hambrunas de África, las guerras iniciadas para acumular poder y creación de nuevos impuestos para financiarlas son similares en ambas épocas.
Para concluir, si bien el hombre cambia, al parecer no evoluciona, repitiendo su propia historia.