El panorama es el clásico ya vivido con Hizbulá: operación israelí tras el goteo de proyectiles durante una tregua que nunca existió (cayeron 215 cohetes durante la «tregua»), aluvión de declaraciones de condena más o menos «desproporcionadas», trampas a los periodistas con fines propagandísticos (la agencia France Presse había distribuido unas «imágenes» que la blogosfera ha encontrado en un telediario de hace cuatro años) y grupos «pacifistas» que no mueven nunca un dedo mientras llueven cohetes ni condenan ningún atentado de Al Qaida y que ahora se interesan «por la paz» mientras defienden a Hamas (igual que se interesaron «por la paz en Líbano» defendiendo a Hizbulá). Y, sin embargo, el cambio no ha pasado desapercibido, por ejemplo, a la CNN. ¿Qué ha pasado en las cancillerías europeas que, de pronto, parecen ver con buenos ojos las operaciones israelíes?
Al considerar el contexto, la sorpresa es aún mayor. Alemania se oponía recientemente al envío de tropas para poner coto a las ambiciones del revolucionario Nkunda en Goma, donde están teniendo lugar varias «gazas» a diario. Gran Bretaña anunciaba hace semanas la posibilidad de aplicar la ley islámica sobre el derecho romano en su suelo, y el mensaje de Navidad de la reina se acompañó de un segundo «mensaje» del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad. El caso del juez italiano que toleró unos malos tratos porque el propinador de palizas era musulmán es harto conocido, como el caso del Senado francés, en busca de encontrar la forma de encajar las prácticas financieras islámicas en el marco financiero de la UE, en plena crisis (buena suerte). Y, sin embargo, el cambio es monumental.
El ministro de Exteriores belga, por ejemplo, manifestaba hace menos de 24 horas de manera informal que «el conflicto palestino israelí es sólo el 44 por número de muertos». Francia condena «usos desproporcionados» en lo que parece ser su fórmula, pero es la primera vez que usa los mismos términos para referirse a las exigencias a los palestinos. Los cambios no han pasado desapercibidos a las cadenas estadounidenses, que lo achacan a la salida de Bush.
Algunos citan el creciente malestar judío en todo el mundo con Europa, a la que no ven mover un dedo cuando los palestinos atacan, ni siquiera cuando grupos árabes torturan en pleno París a judíos, como en el caso Ilam Halimi, o el más reciente, Mathieu Roumi. Otros hablan de electoralismo, con un Kadima que no remonta en las encuestas y cae, a pesar de sus hinchas mediáticos, cada vez que Livni abre la boca. Después de todo, Hizbulá está al norte gracias a ella, y Gaza es Gaza por ella. Entonces, ¿qué es lo que ha motivado este cambio realmente?
En una palabra: Obama
El 7 de octubre de 2008, antes de las elecciones estadounidenses, el ministro francés de Exteriores daba un traspié en una entrevista publicada en el diario israelí «Haaretz». Bernard Kouchner afirmaba que mientras «Francia entiende los peligros del programa nuclear iraní», no está particularmente preocupada «porque Israel ha dicho siempre que no va a tolerar un Irán nuclear». El traspié pone de relieve la naturaleza dual de la política exterior europea en general y francesa en particular: Israel es un tampón que caerá primero y se llevará la peor parte, dando a Europa un tiempo precioso para pedir ayuda a Estados Unidos; y por otra, es un saco de boxeo al que pedir comportamientos que no es que Europa no pida a sus inmigrantes, es que tampoco pide a los vecinos de Israel.
Sin embargo, el 12 de diciembre, ya victorioso Obama y pasado el trago del resbalón del titular de exteriores, Nicolas Sarkozy expresaba en los medios una preocupación extrema: «Postura de Obama sobre Irán ‘profundamente inmadura’, afirma Sarkozy», reza el mismo «Haaretz». En la práctica, «Sarko» llevaba preocupado desde su reunión con Obama en julio, pero salía ahora a la luz que las reuniones separadas mantenidas entre el entonces aspirante y los consejeros del presidente francés «arrojaron resultados similares», según la prensa francesa. El sentir se expresaba de forma parecida ante las noticias de las negociaciones entre Siria e Israel, en las que el único punto de acuerdo es que los Altos del Golán, con su sistema de radar israelí imprescindible para controlar el acceso de los suministros de la OTAN a Irak y Afganistán al margen de Irán, no puede estar en manos de la ONU, como pide la UE.
En una palabra, lo que parece suceder es que los israelíes se han hartado de los europeos. ¿Queréis paz con Siria, pero poder abastecer a los efectivos desplegados? Es asunto vuestro. ¿Que queréis incluir a Hamas en la mesa de negociaciones? Perfecto, pero, ¿qué os comprometéis (y con qué número de tropas) a hacer cuando Hamas derroque no ya a Abas –es algo que se da por sentado llegado el caso– sino a la monarquía jordana o al régimen egipcio, asfixiado por la crisis y la Hermandad Musulmana is lamista?
Tradicionalmente, Estados Unidos se ocupaba de los hechos y Europa de los ideales, lo que tenía la ventaja adicional para Europa de no tener que sufrir la s bajas, consecuencia de defenderlos. La llegada de Obama ha cambiado las tornas. Siendo rigurosos, Europa no ha cambiado, sólo está manifestando por primera vez de cara a la opinión pública lo que manifiesta a puerta cerrada, cuando los «flashes» se apagan y los periodistas han salido: que le gusta el petróleo barato, y que no le gusta Hamas. Es el primer impacto de la llegada de Obama. Habrá más.