Con la intervención de la Unión Europea en la tremenda crisis financiera irlandesa se ha consumado el fracaso del liberalismo económico llevado hasta sus últimas consecuencias. Irlanda cimentó su crecimiento en una exacerbada batalla contra la regulación, facilitando así la llegada de multinacionales, incentivando sobremanera la burbuja inmobiliaria y dejando barra libre a sus entidades financieras. Creció, por decirlo así, como un castillo en el aire.
Se olvidó de la sostenibilidad de su crecimiento, dejó que la brillantez del corto plazo cegara su visión del largo plazo y los políticos de turno se embarcaron en la nave del éxito sin replantearse lo que estaban dejando atrás, que no era otra cosa más que la seguridad económica y financiera del país.
Con el caso irlandés se demuestra, como ya se demostró con Islandia, que las recetas ortodoxas del liberalismo económico son ciertas a medias y que el verdadero crecimiento económico, el que perdura en el tiempo, es el que respeta las condiciones de equilibrio entre poder de mercado y poder político.
Irlanda se decantó por el primero, y ahora debe de pagar las consecuencias. El resto de países europeos mantuvieron, en mayor o menor medida, el equilibrio y por ello consiguen sobrevivir a duras penas a la crisis, pero sobrevivir al fin y al cabo, mientras que Estados Unidos, el otro gran paradigma liberal, se mantiene gracias exclusivamente a su tremendo tamaño.
Porque hay que dejar en libertad al mercado sólo hasta donde confluye con los intereses de la sociedad. El mercado es un potro salvaje que se lleva por delante todo lo que encuentra y es responsabilidad de los Gobiernos regular su funcionamiento para limitar el posible daño que puede causar, aún sin coartar sus bríos.
Si confiara en los políticos de turno esperaría que hubiéramos aprendido la lección, pero como mi grado de confianza está emparentado con su nivel de estadistas me limito a aguardar la próxima crisis liberal que nos volverá a hacer replantearnos el capitalismo para refundirlo en su esencia y dejarlo tal y como está.