El planeta se nos va y estamos tan ofuscados en buscar tres pies al gato que no nos damos cuenta de que sin planeta no somos nadie por una simple cuestión de existencia, o mejor dicho, de inexistencia. La economía, tan de moda hoy en día, busca la mejor gestión de recursos escasos, pero la escasez de estos recursos es cada vez menor, y llegará un día en el que dejarán de existir, y sin recursos, ¿de qué nos servirá la economía?
Y hablo de ella porque todos los líderes políticos mundiales están recurriendo a su prioridad para posponer las medidas que el planeta necesita, sin comprender, o sin querer comprender, que la única prioridad debe de ser el planeta, la ecología, preservar nuestros recursos.
La Cumbre de Cancún ha sido una Cumbre en falso, como tantas otras, aunque con menos parafernalia, y es lamentable que se haya gastado el dinero que no tenemos en fingir que estamos haciendo algo por nuestro planeta, cuando, en realidad, no estamos haciendo nada de nada.
Y es que falta voluntad, voluntad de cambio. Los ricos, porque son ricos, y los pobres, porque son pobres, el caso es que los unos por los otros la casa se queda sin barrer. Los primeros no quieren detener la destrucción que provocan porque significaría cambiar el estilo de sociedad que han recreado y los segundos se excusan en que los ricos, cuando no eran ricos, no tuvieron esta restricción.
Porque el principal problema es que la lucha contra el cambio climático debe de ser global, porque en cualquier otro caso crearía asimetrías injustas e ineficientes. Todos los países, cada uno en función de su condición y su idiosincrasia, deberían apostar a la salvación del planeta ya, porque para mañana puede ser demasiado tarde.