FAVLAMOS GAYEGO Y NO MOS COMPRENDEMOS. Refrán sefaradí.
Como se sabe, a elpaís se acercan y asoman con mayor o menor acierto y lucidez, sería ocioso negarlo, todo tipo de comedores de piltrafa, depredadores de carne muerta; unos con más asiduidad que otros, unos más insaciables que otros o más persistentes. Pero hay algo en lo que todos coinciden, tanto los cornúpetas de ojos encendidos por nuevos credos, como los carroñeros, que no son sino detritívoros de patas largas, con sus graznidos o aullidos como risas histéricas, y es en la puntualidad con que acuden al menor tufo de víctima caída o acosada, herida o malherida, señalada como propicia por el vate tronador e índice amenazante. Todas las fauces acuden, porque sus necesidades son comunes. Una vez inician el festín, el cervatillo de enormes ojos vidriosos mirando sin ver el cielo inmenso, los turnos para desgarrar los marca la ferocidad.
Asimismo sería difícil encontrar de entre toda la fauna que afluye periódicamente al pesebre de elpaís un variedad menos castigada por los varilargueros como las definidas como astifinos. De estos vacunos, henchido de soberbia animal, iluminada su testuz por la plata nocturna, surge alguno que arremete allí donde el grito lo llama. Su vacua intrepidez le lleva a cornear el vacío, lo que incrementa su ferocidad y llega a embestir con maldad, ensañándose con el enemigo, real o imaginario. El ciego arriscamiento provoca que su calidad estética se degrade hasta límites inconcebibles. Al final, lucirá en el lomo la vitola de su amo.
Precisamente como una vitola, igual que Lola Flores se arrebujaba en el insustancial título que José María Pemán le otorgó desde las páginas de abc, La Faraona de España, y que Benito Perojo aireó por los cinematógrafos a lo largo de los cuarenta años de postguerra, Emilio Menéndez del Valle lo hace con su “Embajador de España”. Como si de un título académico se tratase, considerándolo merecedor de figurar bajo su nombre en las tarjetas de visita, u honorífico, como es el caso de Pablo Neruda de su Chile revolucionario por sus muchos méritos literarios, el europarlamentario del PsoE utiliza su “Embajador de España” como aquél que por una sola vez que mató a un gato, pasó a llamarse Matagatos. Pero sí es cierto que, gracias a su empecinado anti-judaísmo, siempre anda buscando musarañas en todos los rincones de Oriente Medio. Es obvio, los niños tienen que estudiar en Suiza. Por tal razón, de la mano de Moratinos y desde su posición en la UNRWA, utilizando aquella batería de altavoces y sistemas logísticos a fin de perpetuar en lo posible tales estructuras con toda su capacidad de captación y administración de dólares, desde hace mucho tiempo y desde todos los foros imaginables viene lanzando andanadas de calumnias contra Israel, falseando y desinformando todo lo relativo al cebado y ya monstruoso asunto de los llamados “refugiados palestinos”.
Naturalmente, por ser un colectivo que le da para vivir, utiliza el término localista de manera que parezca una fístula purulenta en el rostro de Israel, la herida no cicatrizada por culpa de las maldades judías. Por eso, cada vez que larga el discurso en busca de adhesiones, comienza con un indefectible: “La UNRWA fue establecida en 1949 como consecuencia de la primera guerra árabe-israelí, con la finalidad de prestar apoyo a la población que se tuvo que refugiar” “La falta de una solución al problema de los refugiados palestinos ha supuesto que la UNRWA haya tenido que continuar sus actividades hasta estos momentos, a la espera de una solución definitiva
Parece pertinente preguntarle a este Menéndez por qué no incluye en ese término tanto a la población judía como la árabe. Al fin y al cabo, los árabes que se marcharon lo hicieron motivados, bien por la dinámica propia de todo conflicto bélico –en el caso, bombardeos de los cañones musulmanes-, bien siguiendo las directrices de los propios mandos de la Liga Árabe, quitándose del camino para dejar a sus ejércitos vía libre para “echar a los judíos al mar”. Los judíos, por el contrario, sufrieron la destrucción de sus propiedades y de sus vidas de manos de los componentes de la Liga Árabe. Y no hablamos solo de circunstancias reconocidas al final de la guerra, sino que, ya el 1 de agosto de 1948, Ben Gurión planteó nítidamente cuál era la posición de Israel al respecto: “Cuando los estados árabes estén dispuestos a concluir un tratado de paz con Israel, a esta cuestión se le buscará una solución constructiva como parte del acuerdo general, y con la debida consideración a nuestras contrademandas respecto a la destrucción de vida y propiedades judías, el interés a largo plazo de las poblaciones judías y árabes, la estabilidad del Estado de Israel y la durabilidad de las bases de la paz entre él y sus vecinos, la posición real y el destino de las comunidades judías en los países árabes, las responsabilidades de los gobiernos árabes por su guerra de agresión y sus obligaciones en la reparación. Todo ello será pertinente en el interrogante de en qué medida y bajo qué condiciones debe permitírseles volver a los antiguos residentes árabes”.
Demográficamente, el asunto se le ha ido engordando a la ONU y su Agencia, contemplando arrobados la curva ascendente del ritmo vegetativo de las hembras en los “campamentos” ubicados en diversos países árabes-musulmanes, sin llegar a investigar nunca el por qué estos gobiernos locales no han hecho nada en 64 años por remediar mínimamente las condiciones de vida de sus conmilitones, salvo administrarles las ingentes cifras de dólares que afluyen a sus cuentas especiales. Ya se sabe, el que reparte y reparte se lleva la mejor parte. Por otro lado y así lo han manifestado diferentes líderes musulmanes, de no haber existido la agresión árabe, esos correligionarios hoy no serían refugiados maltratados, marginados y excluidos por las teocracias y dictaduras que los soportan como si de tábanos, chinches o piojos se tratase, sino ciudadanos del Estado que les fue ofrecido y automáticamente rechazado por esas potencias atacantes.
Como ocurre siempre que las autoridades israelíes se manifiestan, no hay peor sordo que el que no quiere oír, los políticos-funcionarios más dogmáticos de la UNRWA miran hacia otro lado cuando se les recuerda que, después de su victoria, Israel dictó una ley mediante la cual, aquellos árabes que se marcharon podrían reinstalarse en Israel después de la firma de un escrito renunciando a la violencia y jurando lealtad al Estado de Israel, convirtiéndose en ciudadanos capaces de laborar en paz. En virtud de esa ley y mientras estuvo en vigor, sólo 175.000 árabes se acogieron a ella. Ninguna ley de parecidas características fue dictada en los Estados árabes-musulmanes para acoger a los judíos de ellos expulsados. Pero nunca estará de más recalcarles al respecto que los residentes huidos en su momento y que aún viven no tienen ningún derecho de regresar a Israel, puesto que los Estados que decían representarlos, y la AP ahora, de hecho siguen en guerra contra el Estado Judío. Y nos referimos, en cuanto al manoseado “derecho de retorno”, a los supervivientes de aquellos 725.000 desplazados porque el argumento de que esos supuestos derechos habría que ampliárselos a los descendientes, generaciones nacidas en los países donde residen, podrá serles muy útil como arma arrojadiza o artimaña, pero ni el Estado Judío ni el Derecho internacional entran a valorarlo, puesto que, hasta la UNRWA lo sabe, las generaciones nacidas en el exilio y en el seno de una población ya reubicada no son reconocidos como refugiados. Así que, sabiendo lo que se sabe, este asunto resulta no ser más que otro guijarro puesto por los negociadores árabes en cada tanda de conversaciones, incapaces de romper el ronzal, enfilados alrededor de una noria que no les gusta.
La abulia, la indolencia y la dejadez son estados de ánimo que, unidos a la enfermiza voluntad malosa de querer ver el asunto siempre del mismo color por parte de las agencias dependientes de la Asamblea de la ONU, les lleva una y otra vez, año tras año, al mismo callejón sin salida. De tal manera que, al inicio de cada ejercicio, retoman los enunciados de los problemas para reformular los proyectos, pero no aprovechan las experiencias del ejercicio anterior. Así, cuando se le ha preguntado al “embajador de España” por qué y qué finalidad tenía crear el Comité Español de UNRWA, se dejó caer diciendo “La UNRWA comenzó a analizar la posibilidad de constituir comités en diferentes países hace ya algunos meses. El hecho de que el primero haya sido el español se debe a la especial sensibilidad de la sociedad española hacia el pueblo palestino. Este hecho ha facilitado la implantación de la oficina en nuestro país. El buen desempeño de otras agencias de la ONU en España, el interés del Gobierno central y las autoridades autonómicas y locales por la causa palestina…y tiene su fundamento en dar a conocer a la sociedad española la realidad en la que viven los más de 4 millones de refugiados palestinos, el trabajo que con ellos estamos desarrollando desde hace más de 55 años, e incrementar su capacidad financiera…” (sic).
Es un cruel sarcasmo, por otro lado muy propio de la progresía española, que este “embajador de españa” se haya referido al “Isaías, 2-4” cortando y pegando del “wikipedia” :Yavé dictará sus leyes a numerosos pueblos, que de sus espadas harán rejas de arado y de sus lanzas hoces. No alzarán la espada gente contra gente ni se ejercitarán para la guerra, olvidándosele leer la profecía, lo que conlleva caer en el error de pretender acusar de belicista al Estado Judío, colocando el ventilador al revés y salpicándose con su propia mierda. Eso sí: le agradezco la maestril información de que el gran rey Salomón era hijo del también rey David. Todo un detalle por su parte.
Haim.
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