“El futuro es de Dios, de nada vale agitarse” Monseñor Paul Youssef.
Examinando con detenimiento el discurso del Santo Papa Benedicto XVI, en el encuentro suyo con representantes de la sociedad civil y de todos los sectores académicos, políticos y empresariales de Gran Bretaña, pronunciado el 17 de septiembre de 2010, en el Westminster Hall, encuentro temas que sirven para la reflexión de gobernantes, políticos, empresarios. Legisladores y demás lideres, más allá del Parlamento Inglés.
Westminster Hall es el palacio, donde, desde hace siglos, funciona el Parlamento británico. Actuaciones de innumerables hombres y mujeres han tenido y tienen proyección histórica en el tiempo. Así encontramos que, uno de esos hombres, el santo Tomás Moro, tiene actualidad en el discurso del Santo Papa, Benedicto XVI.
Tomás Moro es admirado por creyentes y no creyentes “por la integridad con la que fue fiel a su conciencia, incluso a costa de contrariar al soberano, de quien era un “buen servidor”, pues eligió servir primero a Dios”.
Se plantea con lo antes expuesto, cuál es el lugar apropiado de la “creencia religiosa en el proceso político”.
Quiero dejar constancia de que todas las comillas encierran fragmentos del discurso, que vengo examinando, tanto las anteriores como las que siguen.
Gran Bretaña “se ha configurado como una democracia pluralista que valora”, como lo hace la doctrina social de la Iglesia con otras palabras, “la dignidad única de toda persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios”, mediante el respeto a la libertad de expresión, la libertad de afiliación política y el respeto al papel de la ley…” de todos los derechos individuales del hombre, de la igualdad de todos ante la ley.
La ética debe regir toda actuación política y económica. “Ningún gobierno puede permitirse ignorar ni proceder en base a soluciones pragmáticas y a corto plazo”. Los legisladores, principalmente, no deben marginar “el papel de la religión – en especial el cristianismo – que consiste en ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos”, que atiendan a la ley natural, y puedan elaborar leyes que se constituyan en hitos legislativos, como, en su momento, la ley, emanada del Parlamento Inglés, proscribiera la esclavitud. A los legisladores no se les puede pedir que vayan en contra de sus conciencias, en especial, a los cristianos que desempeñan un papel público.
La invitación que les hizo a los ingleses, Benedicto XVI, a buscar “medios de promoción y fomento del diálogo entre fe y razón por el bien de nuestra civilización”, tiene una connotación que va más allá de Westminster Hall. Es necesario que todos lean ese discurso lleno de sabiduría y base de convivencia, tolerancia y pluralidad para los pueblos de la tierra.