Que la mar también engendra lágrimas. Que son frecuentes las noticias, sin duda tristes, de alguna tragedia marina, con hundimientos de barcos y la desaparición de sus tripulantes; acontecimientos que conmueven a pueblos enteros y que llevan la pena, la desolación y la ruina a quienes comparten sus vidas con los heroicos marineros –siempre resultará impresionante la figura de la mujer ataviada completamente de negro-. Que es incalculable el número de víctimas que la mar tiene a su cargo desde que el hombre aprendiera a surcarla tratando de hallar en ella el medio de la subsistencia, utilizándola como ruta para el traslado a otros lugares distintos del de sus orígenes o convirtiéndola en el escenario de luchas para dirimir la supremacía de su fuerza o poder.
Que la mar también engendra lágrimas. Que es evidente el riesgo de los hombres que en la mar realizan sus trabajos, continuamente expuestos al peligro de los accidentes y enfermedades, puesto que las tareas de a bordo son muy variadas y todas ellas revisten peligrosidad. Que la vida de los marineros es penosa y está repleta de sacrificios, siendo mucha la renuncia y la privación de los mismos, ausentes por mucho tiempo, sin poder compartir apenas las alegrías y la felicidad que le puedan deparar su propio hogar, sin poder mantener una relación estable con los amigos y las personas queridas. Pues que los marineros pertenecen a la mar y a ella salen buscando la seguridad y el bienestar para sus familias en una lucha diaria. Que su capacidad de sacrificio y abnegación son grandes, pero no es menos grande el peligro que les envuelve de cara a la acción directa de los elementos naturales cuyas consecuencias, en numerosas ocasiones, alcanzan una dimensión de auténtica catástrofe.
Que la mar también engendra lágrimas. Que la mar exige un gran esfuerzo a los marineros, obligándoles a permanecer un tanto aislados del mundo durante su embarque, imposibilitándoles para el adecuado cumplimiento de sus compromisos familiares y en cualquier momento deparándoles mismamente la muerte, como ya hemos señalado. Que los marineros son hombres sin miedo y sin pereza ninguna, luchadores y trabajadores infatigables dispuestos en todo momento a entresacar de las entrañas de las aguas el alimento de plata. Que los marineros anhelan embarcaciones menos frágiles, más seguras, más en consonancia con la bravura y robustez de sus profesiones, más de acuerdo con la mar del siglo XXI y en la que los accidentes y las enfermedades profesionales disminuyan en progresión constante.
Que la mar también engendra lágrimas. Lágrimas derramadas sobre la tierra por el hacer de nuestros marineros, marineros gigantes que atravesaron la estela de todas las eras y se quedaron inmortalizados en el granito de las piedras, marineros milenarios, marineros de ahora que merecen toda nuestra admiración y respeto.
Foto: Sigfrido Koch Arruti
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