De la noche a la mañana el sistema autonómico español se ha convertido en la fuente de todos los problemas que nos acechan, y una organización que hasta hace tres días era el orgullo de todo español de bien se ha convertido ahora en una rémora de la que nos tenemos que deshacer, y todo por unas palabras inoportunas, como siempre, del ex-Presidente Aznar, que se olvida demasiadas veces de su responsabilidad institucional y aboga por los intereses de su partido.
El modelo autonómico español es un ejemplo de organización estatal, una manera de aproximar las instituciones a los ciudadanos y conseguir que éstos se beneficien de la cercanía de sus gobernantes, capaces, gracias a ello, de detectar las necesidades en cada momento. Cierto es que tiene algunas ineficiencias, pero no por ello podemos poner en duda su existencia, sino que debemos abogar por su reforma.
Una reforma que debe iniciarse por una recuperación de transferencias fundamentales por parte del Estado Central, como son la Educación y la Sanidad, que no debían de haberse descentralizado jamás, porque genera graves asimetrías autonómicas que provocan desigualdades sociales muy peligrosas.
Por otro lado, se debe de realizar una racionalización de las instituciones, organizando las competencias de cada órgano de Gobierno de forma que diferentes escalones de la Administración no acaben ejerciendo la misma labor, con la pérdida de recursos económicos que ello supone. Para esta coordinación debería de estar el Ministerio de Política Territorial y Administración Pública, aunque mucho me temo que no está, o no se le conoce labor.
Y, por último, hay que realizar un ejercicio de humildad general y comprender que la desigualdad competencial no es necesariamente mala, sino que puede ayudar a una mejora en el funcionamiento general del país. Cada Comunidad Autónoma debe de disponer de unas competencias que no deben de ser, necesariamente, iguales a las las demás, sino que deben de ser fijadas en función de ciertos parámetros y ciertas sensibilidades que deben de ser reconocidas por todas las partes.
Con estas tres modificaciones del sistema autonómico se lograría su eficiencia económica y una mejora general del funcionamiento del país, sin necesidad de que nos visiten los 17 jinetes del Apocalipsis que nos quiere vender Aznar, que mejor haría en dedicarse «a sus negocios», y respetar al país que fingió gobernar.
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