No se ven, no pueden olerse, ni se pueden saborear en los alimentos. Los consumidores no podemos detectarlos. Y peor aún, nos están matando. Los Contaminantes Orgánicos Persistentes (COP) son una de las sustancias más nocivas creadas por el hombre. Son pesticidas, sustancias industriales y subproductos que se propagan fácilmente a través del suelo, el agua y el aire, se acumulan en los tejidos adiposos de los organismos vivos, entre ellos los humanos, y son tóxicos tanto para las personas como para la fauna y la flora.
Son persistentes en el ambiente, permanecen intactos durante muchos años y se extienden por todo el planeta. Se pueden detectar en campos agrícolas donde se hayan utilizado hasta 60 años antes, e incluso en el Ártico, donde nunca se han empleado.
Los COP alteran la información química de las células, causando distintos tipos de cáncer, tanto en los seres humanos como en los animales.
Hay tres grupos de Contaminantes Orgánicos Persistentes, los Plaguicidas Organoclorados, (aldrín, dieldrín, endrín, clordano, DDT, heptacloro, mirex y toxafeno), utilizados en la agricultura. Los Bifenilos Policlorados (PCB o BPC) que son un tipo de aceites usados por la industria eléctrica y refrigerante y las Dioxinas y Furanos que son los únicos que no se producen de manera intencionada sino que son el resultado de la combustión en presencia de cloro.
El Programa para el Medio Ambiente de Naciones Unidas, logró un acuerdo mundial para la eliminación de estos contaminantes: El Convenio de Estocolmo, cuyo objetivo es “proteger la salud humana y el medio ambiente frente a los contaminantes orgánicos persistentes”. Fue adoptado en 2001 y entró en vigor en 2004. Cuando se adoptó el tratado, en la lista se incluyeron doce sustancias. En la conferencia realizada en 2009, se agregaron otras nueve.
Después de una semana de negociaciones, los países parte del Convenio de Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes, han aprobado por consenso incluir al endosulfán para su eliminación y gestionar un programa de trabajo para la implementación de alternativas para este insecticida de uso agrícola.
El endosulfán es un pesticida tóxico que estaba ya prohibido en 80 países, pero todavía se continúa utilizando en muchos otros, como China e India, en la mayor parte de África Oriental, Argentina, México y otros países de Sudamérica. Como ejemplo, sólo en Argentina se usan al menos cuatro millones de litros al año.
La inclusión del endosulfán es un gran logro de las organizaciones ambientales y ciudadanas que durante muchos años lucharon por conseguir la eliminación de esta sustancia altamente tóxica y persistente en el uso industrial.
Ricardo Natalichio
Director de EcoPortal.net