De ser el ‘patio trasero’, los países de Latinoamérica se pueden convertir en una fuente de progreso y de voluntad de igualdad.
Chávez y Uribe, presidentes de Venezuela y Colombia se reunieron para iniciar una nueva etapa de relación entre ambas repúblicas. Acuerdos comerciales, creación de un fondo de 200 millones de dólares para afrontar consecuencias de la crisis y, sobre todo, cimentar nueva confianza entre ambos países son resultados del encuentro.
También ha llegado recientemente a acuerdos Brasil con Venezuela, pero no es nuevo, porque desde 2007 Lula y Chávez se reúnen trimestralmente para avanzar en la cooperación entre ambos países. Esta vez han firmado acuerdos de colaboración científica, agropecuaria y energética con el compromiso brasileño de transferir tecnología a Venezuela.
Cristina Fernández, presidenta de Argentina, ha suscrito también acuerdos con Venezuela y ratificado la posición común de esos gobiernos en el proceso de integración de las economías de ambos países. Fernández y Chávez han firmado acuerdos en áreas económicas, de salud, trabajo, energía, agricultura, alimentación, transporte y deporte, así como transferencia de tecnología. Cristina Fernández ha agradecido a Venezuela “la ayuda a las finanzas argentinas cuando el país carecía de acceso a los mercados de capitales”.
Ha ocurrido poco antes de que Cristina Fernández se reuniera en La Habana con el presidente Raúl Castro, también para firmar convenios de cooperación entre Argentina y Cuba en ciencia, tecnología, comercio, salud y energía.
La visita a Cuba de Cristina Fernández fue precedida por la del presidente de Panamá, Martín Torrijos, y también por la del presidente de Ecuador, Rafael Correa. En próximas semanas o meses visitarán Cuba los presidentes de México, Guatemala, y Honduras, más la presidenta de Chile, Michelle Bachelet.
Varios observadores interpretan las visitas a Cuba con sus acuerdos de colaboración como un nítido mensaje al elegido presidente de Estados Unidos, Obama: Cuba es América Latina y no es de recibo olvidarla, ni valen embargos.
En abril de 2008 ganó la presidencia de Paraguay Fernando Lugo, candidato de Alianza Patriótica para el Cambio; hace unos días en El Salvador venció el izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional en las elecciones municipales y de diputados para la Asamblea Legislativa. Hoy, casi todos los gobiernos latinoamericanos son progresistas. Desde el rosa hasta al rojo, como ha escrito algún analista amante de metáforas coloristas.
Esa percepción documentada de que América Latina avanza y deja de ser el patio trasero de Occidente y especialmente de Estados Unidos se afianza con el reforzamiento de las instituciones de integración regional como Mercosur y Unasur (Unión de Naciones Suramericanas). También influyen la aparición de propuestas como la de Brasil de crear un Consejo de Seguridad Latinoamericano, o la de Ecuador de establecer una Organización de Estados Latinoamericanos, que dejaría sin trabajo a la actual OEA (Organización de Estados Americanos) en la que están Estados Unidos y Canadá, pero no Cuba.
Lo ha dicho Henrique Cardoso: “Pasó el momento en que América Latina era asistida por Estados Unidos”.
Dos signos, dos expresiones de esa otra América Latina. El presidente de Bolivia, Evo Morales, proclamó hace poco que su país es el tercero de América Latina que se libera del analfabetismo, tras una intensa campaña de treinta y tres meses que ha permitido entrar en el mundo de la lectura y la escritura a más de 800.000 bolivianos. Una campaña posible por el trabajo de miles de voluntarios bolivianos… y venezolanos y cubanos. América Latina solidaria.
La otra expresión de esa otra América Latina integrada se dio en septiembre del año pasado. Los presidentes de las naciones suramericanas (Unasur) apoyaron con firmeza al presidente de Bolivia cuando las provincias ricas de este país amenazaron con una secesión violenta, más que bien vista por la Administración Bush. Evo Morales dijo que era la primera vez en quinientos años que América Latina tomaba su destino en sus manos sin interferencias de Europa o Estados Unidos.
Esa otra América Latina no sólo conviene a los latinoamericanos. También a los demás, porque aporta progreso y voluntad de igualdad.
Xavier Caño Tamayo
Periodista y escritor