Lo que subyace en las turbulencias de los mercados financieros, tanto de bolsa como de deuda soberana, es la tensión competitiva entre inversores financieros por un lado, y los estados, los gobiernos, por otro.
Los inversores apuestan contra los gobiernos, porque son más vulnerables, es decir, más susceptibles de modificar sus decisiones si se les somete a presión. Los gobiernos viven bajo la doble presión de la opinión pública y de la necesidad de sostener la confianza del sistema financiero, sujeto con alfileres. Esta presión les obliga a seguir un proceso de toma de decisiones totalmente diferente al de los inversores financieros, a pesar de contar con grandes analistas e información de mejor calidad, más inmediata y más precisa.
El inconmensurable problema de la crisis de deuda Griega es un ejemplo. Ayer Alemania aprobó la ampliación del fondo de rescate europeo. A estas alturas todos nos hemos dado cuenta (me incluyo, a pesar de haber creído lo contrario hasta hace poco) que Grecia será objeto del nuevo rescate.
Si la UE tomara las decisiones con la lógica de un prudente inversor financiero, la solución sería no rescatar al estado griego. Sin embargo, tanto los gobiernos europeos como los inversores en deuda soberana, saben que Grecia tiene bien agarrada a la UE por donde más le duele, y que por tanto finalmente recibirá los fondos de Europa. Si los griegos se declaran en bancarrota, la crisis de deuda se convertiría en una total quiebra de la confianza en el euro, y éste encararía su posible desaparición, o por lo menos, su drástica transformación.
Por ello, los continuos llamamientos a la disciplina y el rigor presupuestario helenos son inútiles y sobre todo, nunca han sido creíbles. La consecuencia de ello es que en los mercados financieros se invierte apostando contra los estados del sur de Europa y sus emisiones de deuda.
Los políticos funcionan como auténticos semáforos para la toma de decisiones de compra de deuda soberana. Una decisión política, una declaración de un político, es la excusa perfecta para ejecutar una operación en el mercado en un sentido u otro. Ya se sabe que por la boca muere el pez, y los gobernantes se contradicen a sí mismos continuamente sin apenas rubor. Los inversores financieros lo saben y esperan su momento oportuno, es decir, inoportuno para aquéllos.
Los estados y los bolsillos de los ciudadanos, seguirán siendo los perdedores en esta crisis de deuda. ¿Por qué? Sencillamente porque los gobiernos no toman decisiones racionales cuando gestionan sus emisiones de deuda, mientras que los inversores financieros sí toman decisiones racionales cuando compran o venden deuda.
Esto pone en una grave e insalvable desventaja a los estados, y los hace tremendamente vulnerables frente a los especuladores, que es justo lo que estamos presenciando estos meses.
Pongo un ejemplo. Hasta ayer Alemania se enfrentaba a un dilema: o rescatar a Grecia o rescatar a sus bancos. Y van a optar por lo primero, que es una decisión a todas luces irracional: va contra la lógica financiera, el sentido común y el buen gobierno económico. La aprobación de la ampliación del fondo de rescate europeo por parte del Parlamento alemán requerirá que este estado se endeude a razón de 29.000 euros por cada ciudadano. Irracionalmente, Alemania ha sucumbido ante la presión de los políticos que gobiernan los países del sur de Europa para que acuda al rescate de sus respectivas Haciendas.
¿Por qué? La razón oficial, políticamente correcta, es por solidaridad entre los miembros de la UE. Pero no olvidemos que se les va a exigir a los ciudadanos alemanes un esfuerzo de solidaridad, cuando los gobiernos griegos no mostraron un ápice de esa misma solidaridad que reclaman. ¿Dónde estaba su solidaridad cuando despilfarraban los fondos de cohesión europeos, cuando estafaban a ciudadanos propios y ajenos, y cuando falseaban la contabilidad nacional? O mejor aún, aquí en España, ¿dónde estaba la solidaridad “del de la ceja”, del “señor” Rubalcaba, de Francisco Camps, de Gallardón, de Montilla y tantos otros, hacia el resto de los miembros de la UE, cuando gestionaban con imprudencia desvergonzada las finanzas españolas, conociendo que ello iba a tener unas consecuencias perniciosas y terribles para todos?
En efecto, los estados, representados por los gobiernos, están teniendo un rol distorsionador en la salida de la crisis. La gestión que están haciendo de esta crisis tan sólo se resume en continuos bandazos en sus decisiones, en una cadena de despropósitos, amparados por su fe en el dogma del intervencionismo mesiánico y redentor. Y yendo por este camino, la salida de la crisis se alejará cada día un poco más.
Mientras tanto, ¿qué pasará con el problema griego? Sí, rescataremos a Grecia con nuestros impuestos. Pero no veremos ni un sólo político griego o europeo desfilar por un juzgado para rendir cuentas de todo esto. Ni siquiera una denuncia por parte de ninguna institución ni de ninguna autoridad de la UE. ¡Nada, hombre! ¡Pelillos a la mar! Ustedes gasten, que nosotros los ciudadanos, pagamos. Y si no, ya pagarán nuestros hijos… o nuestros nietos… Total, ya no estaremos aquí para entonces…