En esta España nuestra que se cree el ombligo del mundo no hemos dejado atrás todavía nuestros tiempos de pandereta en los que los analfabetos con suerte amasaban fortunas mientras que los letrados sin fortuna soñaban sin suerte, más que nada porque todavía tenemos nuestra cultura del pelotazo tan cercano que no podemos progresar como sociedad hacia un modelo más acorde con los tiempos.
Y como ejemplo paradigmático de esta culturilla del ganar dinero siendo más listos que el resto tenemos el caso de los pagarés de Nueva Rumasa, un caso que nos ha estallado a todos en las manos dejando en la cuneta a unos damnificados inocentes, como son los trabajadores, y a otros que se lo merecieron por su avaricia y su afán por conseguir dinero a toda costa, y sin que nadie más parezca estar viendo esta oportunidad.
Ya nos pasó con la pirámide de los sellos y con multitud de casos similares, los españoles tropezamos, una y otra vez con la misma piedra tratando de recobrar en cada movimiento nuestra tradición picaresca más ancestral y sin comprender dos cosas fundamentales como son que el dinero duradero no se consigue sin esfuerzo y que no hay nada más fácil en esta vida que conseguir dinero, si es lo único que se persigue en la vida.
Y ahí radica el principal problema de nuestra cultura del pelotazo, el dinero no es lo primordial en nuestras vidas, ni debería serlo, importante, sin duda, pero siempre que lleve consigo un ejercicio profesional honesto y responsable, o bien una labor emprendedora rigurosa y satisfactoria, tanto a nivel personal como a nivel comunitario, conceptos básicos que olvidamos durante los años de bonanza económica y que ahora intentamos recuperar, aunque nos cuesta y nos costará.
Siempre he defendido que la crisis económica comenzó con una crisis de valores previa que nos llevó a adorar al becerro de oro olvidándonos de cultivar cuestiones personales y sociales mucho más importantes. Si conseguimos salir de la segunda, saldremos de la primera, pero mucho me temo que el error que se está cometiendo es intentar salir de la primera ignorando la segunda.