En 1979, médicos del Hospital de San Juan de Dios, en Bogotá, preocupados por el escaso número de incubadoras disponibles y la elevada frecuencia infecciones hospitalarias, idearon un programa de asistencia alternativo a los bebés prematuros. Básicamente consistía en colocar al niño en contacto piel con piel entre los pechos de su madre, alimentarle con leche materna, adelantarle el alta y continuar con este tipo de cuidados en el domicilio. Más de treinta años después, el Método Madre Canguro (MMC) es considerado la mejor práctica posible para la asistencia de los prematuros, pues se ha demostrado sus enormes beneficios para el niño (menor mortalidad, mejor desarrollo, menor tasa de infecciones, más estimulación…) y para su madre (mayor confianza, más vínculo afectivo, más satisfacción, menor incidencia de depresión…). Y encima, es infinitamente más barato: una madre, un niño y un par de pechos protectores, que vienen de fábrica con el paquete neonatal.
Los estudiantes de medicina de países que no pertenecen a los proveedores de candidatos al Nobel de medicina, a menudo clasificamos la calidad de los artículos por el apellido del firmante. Pareciera que un artículo de R. Bilburg o de S. KÁ¿ewlast debiere ser mejor que otro de A. Rodríguez o R. Piedrahita. Sin embargo, algunos de los más importantes avances médicos de la actualidad llevan la firma de humildes servicios de salud en estos países: un método para mejorar la supervivencia y reducir la morbilidad de los prematuros, el tratamiento actual de la diarrea infantil, o un imaginativo sistema para el cribado del cáncer de cuello uterino en mujeres, todos ellos por menos de un euro. Estos tres avances biomédicos se han desarrollado en los últimos años en Colombia, India y Tailandia con el único recurso que no necesita dinero: la imaginación.
La diarrea es la principal causa de mortalidad infantil en el mundo. Y de ese mundo en el que se mueren los niños por diarrea han surgido todas las innovaciones en el tratamiento, llevados de lo que no dudaría en calificar ‘feliz escasez de recursos’. Frente al tradicional sistema de rehidratación intravenosa, se descubrió que la rehidratación por vía oral, ya con solución rehidratante, ya con la propia leche materna, era muy superior, mucho más barata y más accesible que los caros sistemas de suero. Se comprendió que la adición de suplementos como el zinc y la vitamina A reducía la mortalidad y la duración de los episodios. Hoy día, los científicos de referencia a nivel mundial firman desde Perú, Bangladesh, India, Guatemala, Vietnam o Indonesia.
Otra perla: detectar el cáncer de cuello de útero es posible con una botella de vinagre y un algodoncito, y las lesiones precancerosas se pueden eliminar con un poco de dióxido de carbono, disponible en cualquier fábrica de bebidas gaseosas del mundo. Este método se está estudiando, bajo el amparo de la Organización Mundial de la Salud, como método para mejorar la accesibilidad de las mujeres pobres al despistaje y tratamiento precoz del cáncer de cuello de útero. Necesita un personal menos entrenado para su realización que la citología, no precisa de un laboratorio disponible para el análisis de las muestras, y apunta a ser tan eficaz en la detección de lesiones como las técnicas previas.
Lo que importa es tener claro el objetivo de salud que se pretende conseguir, y no lamentarse por la falta de medios que muchas veces sufrimos en nuestros sistemas sanitarios. Si los que descubrieron estos sistemas hubieran gastado sus energías en escribir informes, quejas, y solicitar ayuda, jamás habrían descubierto que la solución, todavía mejor que lo que ellos echaban en falta, estaba a su alcance, era barata, y los necesitaba a ellos, científicos sin medios, para demostrar su eficacia. Las madres noruegas que hoy acunan en su regazo a sus hijos prematuros en las Unidades de Cuidados Intensivos Neonatales en el regazo, no pueden ni imaginar que fue un equipo médico colombiano desesperado por la falta de medios el que descubrió el mejor tratamiento para sus bebés. Sus hijos les deben la vida a aquellos médicos de hábito pobre, pero de inteligencia sobria, mirada inquieta e ingenio despierto. Y es que se es sapiens sapiens por los genes, y no por el lugar donde el hombre asienta su choza.
Teodoro Martínez Arán
Médico, especialista en pediatría