Camiones parados, gasolineras sin producto, supermercados vacíos, grandes empresas parando la producción… La huelga del transporte deja una huella honda, marcada, de repercusiones graves e imprevisibles. Una presión que puede dar sus frutos, pero que está perjudicando a los ciudadanos considerablemente. Y luego, si llega a solucionarse, qué? Los ciudadanos seguiremos pagando el precio de la gasolina cómo si fueran diamantes recién salidos de las minas? Y la comida, la luz, el agua, los impuestos, las viviendas, el euribor, quién los bajará? Quién nos subirá los sueldos? No deberíamos reaccionar de la misma forma y paralizar el país? Si todos los trabajadores de clase media estuviéramos unidos, quién podría con nosotros? Importaría que los camiones hicieran el transporte si la mayoría de la población no trabajara ni consumiera? Hasta cuándo se soportaría una presión semejante?
La situación es crítica, pero peor es la indiferencia y la sumisión. Esperemos que políticos, ciudadanos, empresarios e instituciones reaccionen antes de que sea demasiado tarde. Tal vez lo que está ocurriendo, sólo sea la punta del iceberg de una gran crisis.
Joan Francesc Lino