La eterna rivalidad entre la ciencia y la religión toma de nuevo vigencia a raíz de las últimas decisiones de Obama.
Barack Obama ha abierto una nueva puerta para la ciencia tras la que no se esconde la religión ni las ideologías. Con la firma de un memorando que autoriza la financiación pública destinada a la investigación con células madre embrionarias, el nuevo presidente de Estados Unidos ha puesto fin a una prohibición que impedía el avance científico en un terreno con un extraordinario potencial para la medicina del futuro.
La primera gran reforma en materia científica de la Administración norteamericana supone un cambio de rumbo en la política que la Casa Blanca ha desarrollado durante los últimos ocho años.
“Los representantes políticos no deberían suprimir o alterar descubrimientos o conclusiones científicas o tecnológicas basándose en sus propias ideas o creencias”, recalcó Obama para criticar la postura prohibitiva que su antecesor en el cargo había mantenido por considerarlos contrarios a la vida humana.
A partir de ahora, la inyección económica del Gobierno federal en las investigaciones con células madre supondrá una mejora en los tratamientos de enfermedades como el Alzhéimer, el Párkinson o la diabetes. Pero sobre todo significará la apuesta, aunque todavía sin efectos prácticos, por una fuente fiable de órganos y tejidos para trasplantes. Aún así, hoy en día la comunidad médica ya tiene en estos ensayos algunas utilidades inmediatas como son la obtención de modelos de laboratorio de enfermedades genéticas o la oportunidad de preparar pruebas específicas para comprobar la viabilidad de los nuevos medicamentos.
A pesar de todo, lejos de encontrar un consenso generalizado, la medida ha vuelto a despertar el debate en la sociedad estadounidense y ya se han producido las primeras reacciones en contra. La Conferencia de Obispos de Estados Unidos ha calificado esta decisión como “una triste victoria de la política sobre la ciencia y la ética” y el sector republicano de la Cámara de Representantes ha emprendido una campaña para desprestigiar la nueva dirección científica del presidente en la que se pone en entredicho la aplicación real de estas controvertidas investigaciones.
El paso de George W. Bush por la presidencia disoció de manera irresponsable la ciencia de los valores morales. Una decisión injusta que Albert Einstein ha sido capaz de conciliar con una frase: “la ciencia sin religión es coja y la religión sin ciencia es ciega”. Un intento pacificador que no ha convencido a ninguno de los dos bandos en una discusión que sigue hiriendo sensibilidades. La duda está en saber con certeza en qué momento un embrión pasa a ser considerado como un ser humano. La respuesta, como diría el propio Einstein, es relativa.
Los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos disponen, desde la semana pasada, de un plazo de 120 días para preparar las directrices que regularán de qué manera podrán acceder a la financiación pública para estas investigaciones. Desde 2001, sólo habían podido recibir subvenciones federales 21 proyectos, aprobados desde antes de la llegada de Bush al poder. Se estima que en los próximos meses se puedan desarrollar entre 400 y 1.000 trabajos similares.
Una nueva de esperanza ha comenzado de la mano del presidente de la primera potencia mundial, considerado por muchos como un mito viviente, porque es capaz de concitar nuestros anhelos. Obama se ha comprometido a poner a la ciencia al servicio de los hechos “y no de las ideologías” y para ello ha vuelto a delimitar la estrecha frontera que separa a la política de las creencias en un país con profundas y marcadas raíces religiosas.
El relanzamiento de las investigaciones con células madre embrionarias es una muestra más de su posicionamiento firme y a favor del progreso, de la ciencia y de la libertad de los científicos a establecer sus líneas de trabajo alejados de la manipulación y de la coerción de quienes no ven más allá de sus prejuicios morales.
David Rodríguez Seoane
Periodista