Lo de teta y sopas es el viejo dicho aplicado al niño ansioso y que no se hartaba con nada. Algo similar ocurre con muchos miembros de esa insaciable clase política que accede al cargo para arrastrar con todo lo que se le ponga por delante y además se lo lleva sin escrúpulos de ninguna clase. Eso de servir al pueblo se lo pasan por «los bemoles»; ellos van a servirse del cargo y a servir su panza y su bolsillo; no hay más y aunque los dejen ante el pueblo «en cueros vivos»; ellos aguantan pegados a la teta… «cual cría de marsupial agarrada al marsupio».
Y lo de trabajar, vean como trabajan los que se autodenominan «padres de la patria»; que están más días de descanso que otra cosa y aparecen por el parlamento, cuando no pueden eludirlo; las fotos que presenta el hemiciclo son de bochorno; invito a ver la que El Confidencial publicaba el 9-3-2009 (de aquí proceden los datos abajo reflejados); se ven nueve diputados atentos a uno que habla; y luego otros cuatro hablando de vete a saber qué, haciendo corro en una parte de una de las escaleras. Y han estado no se cuantas semanas de «vacancia» o vagancia; eso sí totalmente permitida por sus reglamentos, que se hacen a medida y que como veremos ni ellos cumplen.
Pero se saltan le ley y aquí nadie dimite ni «los dimiten»; y es que es claro… ¿Quién está libre de culpa y tira la primera piedra? Veamos.
«El caso del pluriempleado José María Michavila es, tal vez, el más llamativo del Congreso. Pero dista mucho de ser el único. De hecho, apenas 40 de los 350 diputados -poco más del 10% de los miembros del hemiciclo- viven exclusivamente de su escaño. El resto complementa sus ingresos parlamentarios -entre 4.500 y 6.500 euros mensuales- en bufetes jurídicos, aulas universitarias, asesorías fiscales, consejos de cajas de ahorro o empresas familiares. La Ley Electoral les exige dedicación exclusiva, así que cabe preguntarse: ¿violan la inmensa mayoría de los diputados la legislación que ellos mismos aprobaron? La Ley Orgánica del Régimen Electoral General, vigente desde 1985, parece muy clara al respecto: en su artículo 157.1 señala que los diputados ejercerán su mandato «en régimen de dedicación absoluta». Y, a renglón seguido, añade que ese mandato es incompatible «con el desempeño de cualquier otro puesto, profesión o actividad, públicos o privados, por cuenta propia o ajena, retribuidos mediante sueldo, salario, arancel, honorarios o cualquier otra forma». ¿Cómo es posible, entonces, que diputados como Michavila se salten impunemente ese régimen de dedicación absoluta? ¿Son cómplices el Grupo Parlamentario Popular, al que pertenece el ex ministro, y la propia institución que preside José Bono, de esa flagrante violación del régimen de incompatibilidades? ¿Por qué se tolera el habitual absentismo laboral de un diputado mucho más diligente a la hora de atender sus múltiples actividades privadas, entre ellas un bufete de abogados, una asesoría que gestiona el patrimonio de familias adineradas, una fundación infantil o la representación de profesionales de la canción y el espectáculo, amén de la Ejecutiva de su partido?
Todo ello nos dice bien a las claras que este potaje hediondo (Que de democracia no tiene apenas nada) se ha convertido en una merienda de negros (pero bien organizados en su conchabamiento) y donde cada cual va a llevarse la mejor tajada y que por ello unos se tapan a los otros; y vengan días y vengan ollas… el pueblo a pagar impuestos y sufrir todas las cargas ya inimaginables, que nos imponen estos depredadores inútiles. Llegado el momento se desgañitarán pidiendo el voto, pero vistos todos los antecedentes… ¿merecerá la pena votar? Quizá sí… pero en blanco.