Más que un confesor o un asesor que guÃa y aconseja al parroquiano, el camarero es la vÃa de escape de quien se siente incomprendido por los suyos. Se convierte en el muro de las lamentaciones de sus clientes, que no tienen reparos en abrir su intimidad a la persona que, aunque no le comprenda, al menos sà le escucha. Y lo que es más importante: que sabrá disimular y mantener la discreción cuando el cliente regrese acompañado por otras personas de su entorno laboral o familiar.
Otro personaje histórico o tradicional en saber escuchar es el taxista que, a la vez, es confesor y confesado. En este doble papel, por un lado atiende a las crÃticas que sus clientes hacen de sus jefes, las lamentaciones sobre sus vidas, los problemas en casa… Pero el taxista también se confiesa con quienes montan en su coche: les cuenta lo poco que gana, lo mal que está el tráfico, cómo le afecta la crisis, la falta de clientes, o el negro futuro que le espera a su profesión. Temas que se repiten aunque los taxistas sean de distintas ciudades.
Pero lo que más le suele interesar al taxista es la polÃtica, especialmente para concluir que todos los partidos son iguales y para arremeter contra el Gobierno de turno. Todos ellos tienen la culpa de lo que está pasando. Con esta afirmación es difÃcil saber de qué pie polÃtico cojea, lo que pone al cliente a la defensiva y opta por seguirle la corriente.
En situación parecida se encuentra el conductor de un coche en el que viaja un alto directivo de empresa o un polÃtico. ¿Cuánto se pagarÃa por conocer lo que escucha cada dÃa, o por saber a qué lugares lleva a su jefe? Conversaciones telefónicas, secretos de empresa, proyectos polÃticos, ceses ministeriales… Sin querer se convierten en confesores de sus jefes. Bajo su traje se guardan secretos de incalculable valor.
Cuando se enfrentan a la cercana muerte de un familiar, debido a una enfermedad, algunas personas tratan de no comentar el tema ante conocidos que ya han pasado por esa situación poco tiempo antes. Se cierran en sà mismos con comentarios del tipo: “No quiero hacerte recordar lo que pasó con tu padreâ€. La buena intención con la que actúan se vuelve contra ellos al no poder soltar lo que llevan dentro, al no liberar esos sentimientos y sufrimiento. Pero, además, no se dan cuentan de que contar su situación a quienes ya han pasado por lo mismo sirve a estos últimos de válvula de escape para expulsar sentimientos negativos y para, con sus consejos a los que viven ahora lo que ellos vivieron, sentirse útiles para poder llevar lo más serenamente posible esa situación.
Hay personas dispuestas a escuchar a los demás sin que, al menos teóricamente, les guÃe un interés extraño por saber los secretos de los otros. Suelen ser personas que destacan por su discreción Lo normal es que las otras personas acudan a estos “confesores profesionales†porque necesitan algún consejo.
Hay intimidades que, aparentemente, son secretos pero que la práctica demuestra que no es asÃ. El escenario tÃpico: una comida o cena en grupo en la que todos los asistentes conocen una serie de informaciones que ponen en conocimiento de los demás. Suelen ser antiguos amorÃos, entresijos empresariales o las tÃpicas batallas y anécdotas. En definitiva: secretos a voces. La mayorÃa de lo que se comenta es conocido por muchos de los comensales.
Anécdotas del pasado, problemas con las parejas en escenarios, variados: una comida, la barra de un bar, un viaje en tren o avión… Cualquier momento puede ser bueno para abrirse a los demás y compartir sentimientos o intimidades. En muchas ocasiones, abrirse a los demás puede ser una verdadera liberación. “Contar†se convierte en terapia de muchos.
Antonio Saugar
Periodista