Este fin de semana estuve pensando en la Patria. Quien haya leído mis escritos últimamente sabrá que considero que en Panamá hace falta República y Libertad. Ello me hecho escribir para difundir ideas y plantear propuestas de soluciones a problemas nacionales, sustentándome en la cláusula republicana de nuestra Constitución.
Considero que la crisis republicana que hace mucho afrontamos, la cual impacta en la posibilidad real de vivir la libertad como no dominación, estriba parcialmente en la fallas que nuestra sociedad presenta en la labor de educar a sus miembros en virtudes cívicas, a fin de formarlos como ciudadanos comprometidos, en el ámbito de lo público, con la búsqueda del bien común.
Estimo que el Estado debe adoptar dos caminos de cara a esta docencia, uno de los cuales es si se quiere directo y el otro indirecto: aquel es el que se da adoptando programas de educación en civismo y valores republicanos, y este, siendo el ser humano un ser simbólico, es uno que se puede recorrer a través de los valores que se transmiten con la contemplación de la arquitectura republicana. Permítanme y me explico sobre este último extremo.
Sin quererlo, he visitado algunos de los países fundados a raíz de las grandes revoluciones republicanas del siglo XVIII y XIX (Francia, México, Argentina etc). En cada visita, de manera muy consciente, me avoqué a la búsqueda de los edificios que aludían a la magnificencia de la República.
En Buenos Aires me llamo la atención lo imponente de sus edificios públicos, sobre todo aquellos que tenían que ver con la ley y la justicia (no en vano la República es definida por Cicerón como la cosa del pueblo, siendo el pueblo el conjunto numeroso de hombres asociados en virtud de la aceptación de un mismo derecho y de una comunidad de intereses).
En París los grandes nombres que reposan en el Panteón me recordaron el vínculo que existe entre la República y la inmortalidad, siendo esta última la recompensa que aquella concede a los ciudadanos que le prestan servicio meritorio en la búsqueda del bien común. En México reparé, entre otros, en los monumentos dedicados a la Revolución, la Libertad y la Plaza de la Constitución (Zócalo).
Sin duda en momentos donde se habla de constituyentes, edificios electorales, ciudades hospitalarias y gubernamentales, y grandes servicios prestados al país, celebro algunas cosas, o cuando menos me les acerco de manera crítica o dubitativa, y echo de menos otras.
Por ejemplo me gustaría escuchar el compromiso de parte de los partidos y grupos políticos que impulsan una constituyente, en el sentido que de tener éxito en su pretensión, también se adhieren a la idea no solo de consolidar la cláusula republicana del texto constitucional, sino planteando además la construcción de una Plaza de la Constitución, que como el denominado Zócalo de Ciudad de México, con su magnificencia, nos recuerde el valor fundacional de dicho documento para el ejercicio del buen gobierno republicano.
Pienso que también deberíamos pensar en un monumento a la libertad, a la democracia o la independencia (emulando el Ángel de la Revolución o el Monumento a la Revolución Mexicana), siendo estos valores y logros respecto de los cuales el pueblo panameño ha derrochado esfuerzo y brindado no poca sangre para la consecución de los mismos.
En materia de inmortalidad no obstante, tengo serias dudas, toda vez que a diferencia de nombres como los que vi en el Panteón galo (Rousseau, Voltaire, Pascal etc) no sé si acá tendremos la madurez para lograr que los detentadores del poder resistan la tentación de granjearse, aún sin méritos, una injusta inmortalidad (por ejemplo no podría imaginarme dicho edificio como el lugar final de reposo para los restos de un Syncerus caffer sexualis).
Empero, me parecería justo y necesario ver surgir en el horizonte la efigie de edificios dignos de la majestad de los Árganos del Poder del Estado, que agreguen algo más de personalidad al rostro republicano de nuestras ciudades.
Así, estimo como relevante el esfuerzo desplegado para construir el edificio del Tribunal Electoral, dado el valor que el desconocimiento de lo electoral ha jugado en la caída de un régimen que en el pasado, negó la democracia, la república, así como la igualdad y la libertad.
Sin duda se trata de un elemento que nuestra democracia debe tener siempre presente en el camino a su consolidación, ya que ese pasado nos debe impulsar a recordar las consecuencias nefastas que a nuestra sociedad acarreo el desconocimiento de los elementos esenciales y componentes fundamentales de la democracia.
No obstante dicho esfuerzo debe verse replicado por ejemplo por el Ministerio Público, amén de otras Instituciones que deben jugar su papel en la docencia republicana, a través de la edificación de estructuras cónsonas con la majestad de su mandato, y el servicio que deben brindar a los ciudadanos. Por ello celebro la visión de la Señora Procuradora, a quien le deseo el mayor de los éxitos en su iniciativa de construir un edificio del Ministerio Público.
Finalmente espero que en Panamá, a diferencia de otras latitudes, podamos asumir con seriedad el ejercicio de edificación de esta arquitectura republicana, la cual debe intentar insuflar en los corazones ciudadanos amor a la patria y la consecuente compasión republicana; más no así justificar contratos, sobreprecios, alimentar egos u ocultar a través de obras, las falencias de la República realmente existente.
Se trata por tanto de posicionar mediante dichas obras, la grandeza de una idea en el interior de nuestros ciudadanos, para que, superando las miserias propias de la condición humana, nos atrevamos a ser lo que potencialmente somos: seres que pueden practicar la virtud, que de común acuerdo, podemos transitar por destinos donde todos disfrutemos de igualdad, libertad y justicia, que son algunos de los bienes necesarios para perseguir la felicidad.
Sobra decir que para ello la República, con su imperio de la ley, separación de poderes, controles horizontales, deliberación política, participación ciudadana y libertad como no dominación, juega un papel irremplazable.
De todo corazón espero que ojalá, algún día, así sea.