La fantasía supera con frecuencia a realidad. Y es cierto. Aunque existen hechos que nunca podrían ser alcanzados por la fantasía, por posibles que nos parezcan.
La pasada semana tuvimos la “suerte” de ver aparecer por el plató de Antena 3 al rigorista, iluminado y salvador teñido de un halo de caudillaje, José Mª Aznar. Es verdad que nunca había desaparecido del todo de la arena política. Pero nadie imaginó que su presencia en TV iba a ser así: con todo el boato de quien van a ser entronizado. Y con todas las ganas de montarla.
Pero si lo pomposo y teatral lo representó a su llegada, fue mucho peor su egocentrismo, su desbordado orgullo y su baño en un ambiente de autoelogios insuperables: premiándose la labor llevada a cabo durante su gobierno, así como la manera en cómo regañaba a sus compañeros de partido, en especial a Mariano Rajoy; también contra un grupo concreto de comunicación: PRISA. Luego sacó lo de la subidas de impuestos, el incumplimiento del programa electoral… Y dijo más: “Cumpliré con mi conciencia, mi partido y país”. aseguró cumplir su responsabilidad con todas sus consecuencias. Dejando, de paso, salpicadas luces encendidas sobre la posibilidad de estar dispuesto a volver a la política activa.
Y después, quizás para destacar frente a los televidentes, vuelta otra vez al autoelogio chirriante, y añadiendo que todo cuanto él decía era verdad. Así, los puestos de trabajo que se crearon durante su mandato, el alto nivel de riqueza que alcanzó España durante época de gobierno….Cuidándose, eso sí, de guardar mutismo total sobre las falsedades de la guerra de Irak, los “chapapotes”, etc., etc.
Una semana después de las polémicas declaraciones, el expresidente Aznar apareció en el Congreso de los Diputados en un acto de presentación de una colección de biografías políticas de la Fundación FAES, donde nuevamente atacó a Rajoy. Y dejó mensajes: «Yo no estoy contra nadie; estoy con los españoles”.
A dicho acto no asistió el presidente del Ejecutivo, ni la presidenta del Partido, ni uno solo de los ministros. Sólo el portavoz del gobierno, que se movió con actitud genial, como la de un niño.
Cierto que la tormenta no fue tan fuerte en la presentación de las biografías, pero sí con todo lo relacionado con las manifestaciones que había vertido en la entrevista de TV. Visto y oído todo un mundo cuajado de matices, ¿cuál puede ser el propósito de Aznar?, ¿dar un fuerte grito para que el gobierno cambie de rumbo? Un expresidente del Gobierno es sólo un expresidente del Gobierno. Pero ¿hasta dónde llega su poder para, si le apetece, despotricar de esa manera de sus propios compañeros de partido? ¿Pretende comparar el presente con el pasado? ¿Puede comportarse así, o debería hacerlo como le correspondería a la verdadera oposición? ¿Y no sería mejor empezar hablando a puerta cerrada, y después ya se vería?
¿O acaso está solo actuando? “Con inteligencia matemática”, como diría Tolstoi.
¿Y la imagen de España, cómo queda en el mundo tras esta “trifulca”?