“¿Cómo vives?” Fue mi saludo. “De milagro”
Fue su respuesta. España suena como una orquesta, que, antes de tocar, afina ante el público, a la espera del maestro director, que baile la batuta, midiendo el tiempo y acompasando el son de los virtuosos. ¿Puede imaginarse una orquesta en perpetuo “afine”? La sala se quedaría vacía y el paisano melómano, defraudado, vociferaría, incrementado el caótico ruido de la sala. Creo que el caos: ruido particular, vocerío del respetable, es el cuadro sociológico de la actualidad. Sencillamente estamos perdiendo el tiempo dejándolo sin medida. A una manifestación, a la que asistí, fue convocada por más de 150 siglas. No supe con qué corro cantar ni qué consignas corear. No me quedé a los discursos de la apoteosis. El espacio sindical ha sido ocupado por los 150 de la reivindicación ad libitum. Representantes empresariales se desprestigian vociferantes de ocurrencias y compradores de trajes a rayas, que ya algunos tienen puesto y otros preparados. Alguno lo tiene de quita y pon. Partidos políticos los hay que están elaborando agenda y otros que tienen por agenda carecer de ella. ¿Qué decir de jueces judicializados por jueces? En estos días tributarios, llega la Agencia, confundiendo las cuentas y los NIF, incluso de la Casa Real de España, para acabar confundiendo todo. En el principio era el caos y surgió el “demiurgo”. En esta suerte de caos, temo que se esté provisionando el milagro.