En ocasiones pensamos que tienen que ser los profesionales de la psicología y de la psiquiatría los que de forma única deben trabajar con aquellas personas que contemplan su propia muerte como alternativa para acabar con un sufrimiento percibido como insoportable. Es verdad que solo estos profesionales cualificados, formados y legalmente reconocidos pueden planificar e implementar terapias específicas y científicamente contrastadas para abordar el fenómeno suicida individual.
Foto: Alex E. ProimosPero esto no quiere decir que aquellas personas que no tienen una formación reglada en este campo no estén llamadas a intervenir de forma activa y significativa en las ocasiones en las que la crisis vital se presenta. Este primer eslabón es el más importante de cara a la contención de una crisis suicida, porque es el primer encuentro el que proporciona la apertura al posterior tratamiento terapéutico especializado.
Un aspecto muy importante, tanto en una situación de contención inicial como en una sesión terapéutica, es que utilicemos un lenguaje preciso. Hay personas que nos hablan de “hacer una tontería”, de “dejar de sufrir”. En realidad están pensando en matarse, en quitarse la vida, en suicidarse. Nos corresponde a nosotros invitarles a que verbalicen su angustia de forma certera, ya que esto, en sí, supone una descarga emocional muy importante. Aquellas personas a las que se les permite decir que están pensando en suicidarse entienden que a su lado hay un ser humano que es capaz de permanecer sin mirar hacia otro lado. Tal vez es esto lo que les falte en sus propias vidas y de entrada les suele producir un agradable desconcierto.
No preguntamos “por qué”, sino “para qué”. Con esto se le ayuda a salir de un bucle justificativo de su elección, es decir, de su propia muerte. Posiblemente tenga muchos argumentos que respondan al por qué. No olvidemos que existe una lógica en el pensamiento suicida, tal vez no para nosotros, pero sí para la persona que está en esta situación. Llevar del “por qué” al “para qué” supone dar lugar a nuevos escenarios.
Tampoco emitimos un juicio moral sobre lo que la persona está pensando. Es más, la reconoce como opción. Con esto consigue que la persona se sienta comprendida. Además, el orientador ha sondeado si la crisis suicida tiene ya definido un plan de muerte. Con una buena voluntad, lo que nos sale decir a una persona que nos cuenta que está pensando en suicidarse es que se quite esa idea de la cabeza, que no haga bobadas y que las cosas se arreglarán, que su familia tal y cual. Pero hemos dicho más de una vez que trabajar con personas requiere mucho más que buena voluntad.
Hay que mostrar seguridad en todo momento, puesto que se valora el alto grado de vulnerabilidad del cliente. Las personas inmersas en una crisis vital con ideación suicida necesitan de otras que les aporten puntualmente esa estabilidad que el momento les roba. También hay que saber aprovechar el instante. Saber que mi angustia no es única, que mi dolor también es dolor en otras personas y que lo que yo estoy pensando hacer y me atormenta no es algo que solo me ocurre a mí, suele tener poderosos efectos descongestionantes. Pero además, “si usted quiere, yo puedo acompañarle”. Esto tiene trascendencia en las decisiones que va a adoptar a partir de este momento esta persona. Saber que no va a estar sola.
Una de las características de la vivencia suicida es la ambivalencia, es decir, querer morir pero también querer vivir. Si sondeamos un poco, la mayoría de estas personas quieren vivir, pero no con sus circunstancias actuales. Por eso hay que abir la posibilidad de abordar de forma profunda el origen de la crisis de la persona con el profesional adecuado. En ningún momento se le dice a la persona lo que tiene que hacer, sino que con habilidad abre puertas conforme la situación lo requiere.
En ocasiones la ideación se traduce en una conducta suicida en curso y la actuación requerida es distinta, de corte más directivo y con instrucciones claras. También es diferente la atención dedicada a aquellas personas con una base psicopatológica en su conducta. Sin embargo, este encuentro inicial es igualmente importante en todos los casos. Por eso existe la necesidad de una formación en las personas que atienden teléfonos de emergencia para que sepan actuar y manejar adecuadamente las diferentes situaciones que se producen.