Siempre que se cuestionan gobiernos, gobernantes o dirigentes a todo nivel, algunos ingenuos valoran aspectos no cotidianos, extraños a la vida diaria del ciudadano. Las familias valoran al padre o madre por el nivel de éxito en dirigir la economía del hogar. Los ciudadanos conviven bien con sus dirigentes cuando aquellos ven en la democracia la forma de mejora diaria en las familias.
Los ciudadanos interpretan la democracia como una forma de vivir mejor, pero cuando la democracia con todas sus libertades comienzan a quitarle su riqueza y los empobrece, genera incertidumbre y se cuestiona: Si la democracia, así como la interpretan los políticos que viven de ella, no me favorece, debo buscar otra forma de gobierno que me favorezca y me ayude a vivir mejor.
En todos los países, entonces, surge la econocracia, sistema que se basa en lograr resultados económicos que favorecen al ciudadano y que votará por sus dirigentes que logren éxito económico y este se traduzca en una mejora en su vida cotidiana.
Los norteamericanos no castigaron las travesuras de Clinton, sino que valoraron el buen momento económico de su país; los españoles pelean diariamente por encontrar un nuevo tipo de dirigentes que favorezca la mejora económica en su vida cotidiana. Los griegos es posible que mediante estos ensayos diarios de cambios logren encontrar aquellos nuevos dirigentes que rescaten su alicaída economía. O ¿hasta dónde llegara el Presidente Maduro con esa inflación galopante en Venezuela? … Repetimos, Es la economía, estúpido.
Los alemanes tienen a Merkel y la seguirán manteniendo en tanto tengan una economía que favorezca su bienestar individual y familiar.
Así que salvo los “losers”, esos perdedores de siempre, de cualquier signo ideológico sigan diciendo que antes que todo está la democracia, pobre, sin resultados, marginal, torpe, endeble, débil, empobrecedora, tendrán una población crispada que deja de tener fe en la mal llamada democracia y resolverá la situación cuando los nuevos dirigentes se den cuenta que la democracia, ahora se llama econocracia.
Sencillo, mediante mi trabajo y esfuerzo quiero ver mis realizaciones traducidas en bienestar que veo todos los días y no ese remedo tonto que me quieren dar los políticos por el simple hecho que para ellos se denomina democracia.
[1] Frase atribuida a James Carville, asesor de campaña de Clinton que consideraba la campaña debía enfocarse a aspectos cotidianos del ciudadano, su bolsillo.