Sociopolítica

Los fariseos ocupan los estrados

Hace milenios que el mundo está mal, pero tal vez ahora está peor que nunca.

Foto: a_marga

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Igualmente hace milenios que se sabe mucho de lo que va mal y existen partidarios de cambiar las cosas, la mayoría a su favor, y a  lo largo del tiempo van adoptando diversos disfraces. Ya Jesús de Nazaret denunció a  los escribas y fariseos, representados por la clase sacerdotal y la  mayoría de intelectuales, que son gentes que viven de  ideas y no se casan con ninguna, pero hablan de cambiar el mundo de acuerdo con ellas.

Los falsos partidarios de cambiar las cosas forman grupos a veces enfrentados entre sí.

El primero se presenta como Sindicalista o como Político y quiere -dice-  mejorar las condiciones de los trabajadores o de los ciudadanos, según el caso,  pero sin hacer enfadar al patrón, porque el patrón los tiene en nómina bajo el epígrafe: “Subvenciones  a sindicatos  y partidos, liberación  de  cargos sindicales y políticos,  y otros privilegios”. Ninguno  de ellos, como es propio de su condición,  se propone cambiar el edificio, solo darle algunos retoques.  Le basta con tapar – de acuerdo con el patrón- algunas goteras.  Y el mundo sigue girando con toda su miseria.

El segundo grupo  se presenta como  Transformador Radical. Quiere cambiar el mundo de arriba abajo, pero sin que ninguno de sus miembros se plantee cambiarse a sí mismo. Probaron varias revoluciones y todas fracasaron porque los nuevos amos reprodujeron los viejos modelos. Sus artífices no reconocieron que  por no aceptar  su propio cambio, no habrían de tener cabida ellos mismos  en su mundo ideal  de hombres perfectos en una sociedad perfecta. Allí, sus habitantes les rechazarían por primitivos.

El tercer grupo  se presenta como Reformador  Religioso. Es como los dos anteriores, pero guardan una estética diferente. Eso, sí: solo la puesta en escena y el vestuario. Por lo demás, viven en palacios y siguen viviendo del idealismo hipócrita y con la falta de compromiso en el propio cambio que caracteriza a los intelectuales de cualquier otro signo. Aceptan encantados ser mantenidos por los otros dos grupos  y a la vez  pretenden dominarlos para vivir con sus propias leyes. Leyes que, por cierto, como en el caso de las llamadas Iglesias cristianas contradicen a Cristo y  a los principios que dicen respetar cara a la galería y que constituyen su camuflaje de identidad oficial. Estos son los peores de los aspirantes a arquitectos  mundiales, pero hay otros de esa índole con sus correspondientes jerarquías de poder, y  gurús, «santidades» y otros tipos de aspirantes a controlar las conciencias y conducirlas a la servidumbre.

Por último, están  los Trabajadores del Interior. Estos aspiran a cambiarse a sí mismos, pues  mantienen el principio de que la sociedad  muestra, a gran escala, quiénes son los individuos  que la formamos, igual que un organismo da testimonio de la salud o enfermedad de sus células, y solo una mente liberada de  prejuicios y deseos de riqueza, poder y prestigio; solo  una mente independiente y crítica  es capaz de transformar el mundo. Defienden que si tal cosa no ha sido posible hasta hoy es debido a la existencia de profundas miserias en el corazón humano.  Por ello se esfuerzan por vivir según las leyes de la conciencia.Así vemos hoy, por ej. a los cristianos libres que se esfuerzan en vivir según las indicaciones divinas de los Mandamientos y el Sermón de la Montaña. Muchos de estos” trabajadores del interior”, manifiestan su rechazo a los grupos anteriores por considerar que se quedan a medio camino, y manifiestan que  nadie ha desacreditado tanto al cristianismo como los supuestos cristianos que nadie ha desacreditado tanto al marxismo como los supuestos marxistas; que nadie ha desacreditado tanto la democracia como los políticos supuestamente demócratas, ni a la familia patriarcal como el machismo, ni a  la propiedad como los propios capitalistas. Todos estos han modelado sus principios y actuaciones hasta confluir en esto que se viene llamando El Sistema, y que dirige el mundo bajo una u otra capa de barniz, bien sea religioso, político, social, o económico por medio de los mencionados  falsos redentores de la humanidad.. Un barniz de mentiras tan superficial que no resiste ni el empuje de una uña de verdad para quedar en evidencia.

Así que hemos llegado a un punto en que es preciso rescatar la espiritualidad de las Iglesias que la convierten en religión; el cristianismo, de las Instituciones católica y evangélica; la razón de los dogmas; la libertad de sus secuestradores y por ello  la democracia de los Parlamentos donde está secuestrada; la política, de los políticos que la monopolizan; la familia, del machismo patriarcal; la  verdadera Ciencia, de los científicos que juegan a ser dioses en nómina de las multinacionales; el dinero, de los usureros que lo  vampirizan, y así sucesivamente. Para ello, cada uno debemos  tener la suficiente autoestima y fuerza interior  como para evitar ser manipulados por los  arquitectos del sistema; entonces podremos  esperar cambios verdaderos.

Trabajar por una nueva humanidad civilizada habitando  una casa-mundo  reconstruida en el interior de cada uno  es el gran reto que hoy tenemos ante nosotros. De esta victoria interna, personal, del grado de libertad interior que cada uno consiga venciendo tradiciones, supersticiones y programas construidos con su propio yo humano de baja estopa depende sin duda  la gran victoria final. Para esto se precisa energía, y  los cristianos libres afirman lo que recuerda Cristo: «Pedid y recibiréis».¿Cuestión de fe?… Tal vez cuestión de probar.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.