Crónicas del Sur de América
No me sorprende que el argentino promedio idolatre a Perón o a Kirchner, los dos que intentaron eternizarse en el poder y trataron a la Argentina como si fuera de su propiedad, ni que ninguno de los dos se casaran con mujeres que se creían reinas entronizadas en el país.
Cuando dicen que los Argentinos quieren ser europeos no es por la sofisticación de Europa, o por las ideas o por el primer mundo, es por el desprecio por la separación de poderes y por el amor por las monarquías familiares.
Es principalmente porque Argentina no ha evolucionado del mesianismo y se creen que el que gobierna es un enviado de alguna extraña deidad, que todo lo sabe, todo lo puede y todo lo puede solucionar.
Argentina quiere reyes, reinas, glamour y estupidez. No quiere realidad. Y el fanatismo absoluto con el que siguen la entronización de una argentina para la corona de Holanda prueba esto.
Si los argentinos fueran republicanos repudiarían los cargos hereditarios y se opondrían a la existencia de monarquías en el mundo, en lugar de fascinarse de los parásitos que no hacen más que chupar recursos de ciudadanos.
España, Inglaterra, Holanda, los países escandinavos no son espejos, son la prueba máxima de países retrógradas que no logran desprenderse de parásitos con funciones testimoniales o protocolares.
Cuando los Argentinos admiremos más a Estados Unidos por sus instituciones que a Holanda mejoraremos un poco. Son tres poderes independientes, y no hace falta un Rey o un Emperador con poderes místicos y totales para salir del quilombo. Venezuela, Ecuador tienen sus monarquías disfrazadas, y Estados Unidos con Obama está yendo en ese camino.
Mi conclusión: Nosotros con los Kirchner corremos hacia allá, y es hora de sacárnoslos de encima.