La crisis económica provoca que muchos inmigrantes latinoamericanos vuelvan desde Europa a sus países de origen, que acumularán más paro y dejarán de recibir remesas.
Andrés y Blanca llegaron a Madrid hace ocho años desde Bucaramanga (Colombia) con una maleta llena de sueños y ganas de trabajar para mejorar su situación y la de la familia que dejaban allá. Después de unos meses, su esfuerzo comenzó a dar frutos: tenían trabajo y una casa compartida. En este momento están sin empleo.
Como ellos, la población inmigrante latinoamericana se angustia ahora con la posibilidad de perder los ahorros o la vivienda. El drama del desempleo afecta doblemente a los inmigrantes porque, como el resto de los parados, han de afrontar los pagos de alquiler de vivienda, manutención, o incluso el plazo de una hipoteca, pero además en sus países de origen, sus hijos, padres o hermanos dependen de sus envíos de dinero para comer, pagar la escuela o tener un techo donde cobijarse.
Desde que comenzó la crisis económica global, muchas empresas han cerrado y un gran número de trabajadores se han quedado sin empleo. Actualmente, hay más de cuatro millones de parados en España. Pero la crisis está golpeando fuerte a los grupos humanos más vulnerables.
En el último trimestre de 2008, había registrados 780.000 inmigrantes sin empleo en territorio español. Este año se espera que las cifras sean mucho más altas, pues la destrucción de empleo continúa. Los inmigrantes más afectados por esta mala situación proceden de Bolivia, Ecuador y Colombia.
Como Andrés y Blanca, que están en la orilla europea del océano, también sufren los efectos de la crisis sus familias, que han sobrevivido con el apoyo económico que hasta ahora les llegaba.
Según los datos del Banco de España, el envío de remesas bajó de los 8.455 millones de euros en 2007 a los 7.840 del año pasado. Un descenso de más de 600 millones de euros.
Ante la dificultad de volver a encontrar un empleo, muchos de los inmigrantes hacen portes, pequeñas chapuzas de albañilería o pintura en las casas. Las mujeres sin niños pequeños a su cargo aún encuentran trabajos en servicio doméstico, en hostelería, y cuidando niños o personas mayores. Para ellos es más difícil encontrar un empleo, ahora que la construcción de viviendas se ha paralizado casi por completo.
La mayoría de estas personas llegaron buscando mejorar su situación económica. En los últimos años cientos de miles hallaron empleos en la construcción, en el sector servicios; como camareros, mensajeros, cuidadores, transportistas y otros oficios.
Algunos, animados por la euforia de los bancos y la facilidad de obtener créditos, se embarcaron en una hipoteca para adquirir una vivienda. Ese gasto puede suponer más de 1.000 euros mensuales, a los que hay que sumar la alimentación, el gas, la electricidad, el transporte, etc. En la medida de sus posibilidades, los inmigrantes enviaban una remesa mensual desde España que servía para cubrir gastos de sus familiares, salud, educación, vivienda, pequeños negocios, comida y ropa, etc. La mayoría de ellos han tenido que reducir al mínimo los envíos de dinero y muchos ya no pueden mandar nada.
No son pocos los casos en que los empleadores no han asegurado a los trabajadores inmigrantes, con lo que van pasando años y siguen en situación de ‘sin papeles’. Algunos se plantean ya regresar a su país, donde ya saben que tampoco hay salidas laborales y las posibilidades de un salario digno son aún menores.
Es difícil soportar el estrés y la ansiedad que la crisis y las deudas generan. Por eso, hay asociaciones humanitarias que cuentan con psicólogos para ofrecer ayuda en este sentido a los inmigrantes. Los conflictos y tensiones hacen que no pocos matrimonios y parejas se acaben rompiendo. A la frustración de no poder cumplir con los proyectos que tenían al llegar, pueden llegar a sumarse la agresividad, la intolerancia, el insomnio o la depresión.
Son tiempos difíciles para casi todos. Pero podemos aprovechar las oportunidades que encierran las crisis en su interior. Nos pueden traer cambios de actitudes y una nueva valoración de la realidad. Por fuerza hemos de ser más austeros en los gastos. Aprender a compartir con solidaridad sigue siendo una buena fórmula para afrontar el desafío.
María José Atiénzar
Periodista