En toda la historia de la Humanidad quizá nunca se haya hablado tanto de la mujer como se viene haciendo desde los albores del s. XXI, que es cuando el feminismo ha tomado más fuerza. Y se ha puesto de moda. En efecto, las féminas se han empeñado en protagonizar el teatro de la vida, para lo cual han cogido sus armas y han salido a luchar desesperadamente; buscando con tenaz fuerza y ahínco el lugar que, según ellas, les corresponde ante el hombre (dueño y señor hasta ahora de todo lo creado). Ya se acabó lo de las mujeres relegadas a un segundo plano. Desde ahora, han puesto fin, definitivamente, a aquellas pacientes zurcidoras de calcetines y perpetuas amas de casa desesperadas. Han tomado la calle y, enfundándose en un pantalón vaquero, con el pitillo femeninamente entre los dedos, se han puesto manos a la obra para así equiparse con el hombre.
“El progreso de la mujer en el progreso de la civilización es mucho mayor que la del hombre, por lo que deberían desarrollar sus aptitudes de acuerdo con su naturaleza, sin imitar a los hombres”. [Alexis Carrel, médico, investigador científico y biólogo].
Yo me sumo al dolor de todo eso de la mujer marchita y relegada. Pues ellas son el centro de la vida y merecen todos los respetos; de ellas hemos nacido y de ellas seguirán naciendo hermosas criaturas, hasta la consumación de los siglos.
No hay más que ver esos países atrasados, donde no solo aprieta el hambre sino las tremendas desigualdades entre hombres y mujeres. Aquí mismos, en España, estamos asistiendo en estos meses a algo parecido a lo que ya solo se ve en escasos países: el anteproyecto de ley del aborto que ha presentado el Gobierno del PP; aunque esperemos que finalmente sea satisfactorio para todos, especialmente para las madres fértiles que han de dar a luz. En fin.
En cuanto a lo que comentábamos sobre la equiparación entre hombres y mujeres, todos sabemos que donde se vio verdaderamente el despegue de la mujer fue en la Segunda Guerra Mundial, donde tuvo la oportunidad de demostrar su valía.
O en Inglaterra, cuando pidieron el derecho al voto a toda costa, luchando denodadamente por ello. El propio Churchill fue, en cierta ocasión, testigo doliente de una avalancha de mujeres que se les echó encima. Suerte que el automóvil corrió más que las mujeres y Churchill salió ileso. Hechos quizá más violentos ocurrieron en Francia. Y en América, no digamos.
Porque es verdad, además de luchadoras, las mujeres hacen bien su trabajo. Bueno sería recordar las palabras de la Madre Teresa de Calcuta: “No puedo parar de trabajar. Tendré toda la eternidad para descansar”.
Pero hoy estamos al borde del sollozo social (aunque el triste asunto de la futura ley del aborto ojalá se aborte en el camino); de suceder esí, daríamos un gran paso. No hacia atrás, sería hacia delante. Siempre hacia delante.