Primero es necesario saber qué significa vivir y qué es la dignidad respectivamente, dado que el concepto dignidad tiene diferentes aproximaciones y definiciones. La dignidad o cualidad de ser digno, deriva del latín “digno” “dignus” “dignitas” que se traduce como “valioso”.
Para algunos la dignidad tiene que ver con el hecho de aceptar su condición como creación e imagen de Dios por ende la dignidad quedaría adscrita al hecho del reconocimiento o autoconocimiento espiritual como creación divina.
Para otros la dignidad tiene que ver con el hecho de vivir de acuerdo a las leyes de la razón y de su propia autonomía como seres racionales.
La dignidad implica mirar con respeto aquello que vemos como valioso, elevado, eminente o sublime; como un “fin en sí mismo” y de acuerdo a esa estimación ser congruentes con esa actitud. Este respeto merecido implica una conducta de reciprocidad correspondiente al mérito debido de la propia condición humana en sí misma.
Ahora bien la dignidad puede ser concebida de forma absoluta o relativa; es decir que nuestro valor sublime como persona es intrínseco e inherente y por ende no puede ser degrado bajo ningún motivo o si por el contrario con ciertas acciones nos degradamos y perdemos un poco de ella.
No obstante creemos que ambas formas forman parte perenne del acto de vivir dignamente; En el primer caso se le denomina Dignidad Fundamental a esa que no cambia y que es propia de la naturaleza espiritual per se de los humano para diferenciarla de la Dignidad Á‰tica aquella que se construye en cada acto realizado cónsono con su propia majestad como persona.
Vivir sin embargo implica ya una acción, un acto de toma de conciencia de nuestra propia existencia, de nuestra propia mortalidad. Conciencia que nos lleva a valorar axiológicamente y éticamente todo lo vivido. La vida pasa día a día pero la vivimos en la medida en que somos consciente de ella con todas sus alegrías y tristezas, aciertos y desaciertos que ella conlleva.
Por lo tanto Vivir Dignamente implica una toma de conciencia y una responsabilidad con uno mismo de vivir de acuerdo con unos valores inherentes a nuestra propia esencia ontológica como seres espirituales con honestidad y decoro en todos nuestros actos de acuerdo a lo sublime que la creación humana representa.
Se vive dignamente cuando no se es mentiroso con uno mismo, cuando se guarda el respeto a la majestad espiritual que representamos nosotros mismos como personas humanas. Cuando se afronta con valentía y entereza todo los infortunios con que la vida en ocasiones nos golpea.
Vivir dignamente No es no depender de nadie, o prescindir de nuestra vida irrespetando nuestro templo estas cosas no son nada valientes sino por el contrario propia de cobardes o enajenados. Es mirar hacia el mañana con valor sin importar lo que esta pueda traer; Es obrar en armonía con las demás personas que lo rodean, cuando no se obra por el deseo sino por el Deber. Cuando incluso en las adversidades se guarda la compostura y el decoro.
Cuanto más y mejor sea esta sinergia mayor será el grado de cumplimiento con esta sublime finalidad axiológica inherente a nuestro propio Ser como Personas Humanas.
¿Por qué debemos vivir dignamente?
Primeramente el mismo acto de elegir es en sí mismo una decisión humana por lo tanto ética. Y toda decisión ética es por lo tanto un acto libre, personal y crítico, no menos conflictiva es la decisión de vivir dignamente. Vivir dignamente es vivir con intensidad los valores buscando en ellos su realización óptima como virtudes prácticas es optar con hidalguía por la cultura de vida en medio de una cultura absorta de muerte.
¿Acaso hay algo más digno que la dignidad de la persona humana? Dignidad que se consolida día a día con el trabajo digno y honesto de los humildes trabajadores, jornaleros. Y de toda aquel que de acuerdo a su propia naturaleza obra con respeto y decoro a esa excelsa naturaleza buscando en su actuar honrar lo sublime de la creación humana que yace en él.
Decidimos vivir dignamente porque no es propio del hombre la deshonra, la cobardía ni la corrupción. Decidimos vivir dignamente porque honrar honra y que más digno de elogiar que la belleza de la creación humana que no es tan solo un puñado de materia inerte sino que es mucho más que eso una belleza espiritual consiente de su propia belleza pero también de su temporalidad por lo cual debe honrar día a día esa majestad sublime y que más adecuado que el actuar éticamente con respeto a esa dignidad inherente que todo poseemos.
Porque la pobreza, las enfermedades u otra suerte de necesidades o situaciones desventajosas no son óbice cuando el ser humano opta por vivir dignamente.
Debemos vivir dignamente para sentirnos orgullosos de nosotros mismo por nuestra entereza moral para no avergonzarnos ni agachar la mirada por lo que hicimos o dejamos de hacer. Porque vivir dignamente es un derecho y un deber de todos.
¿Cuándo una persona vive dignamente?
La misma vida nos regala todos los días pequeños pero inmensamente inspiradoras historias de seres humanos que eligen este encomiable camino, he aquí algunas de ellas:
Cuando el padre desempleado prefiere trabajar honestamente de sol a sol antes que ceder a la necesidad y traficar con sustancias ilícitas dado que su mayor legado es entregarle a su hijo con el sudor de su frente un apellido limpio y sin tacha alguna.
Cuando la madre soltera opta por “vivir dignamente” y a pesar de pasar por malos momentos económicos prefiere aguantar hambre antes que vender su intimidad evadiendo el camino cómodo que “la vida fácil” le ofrece.
Al funcionario público que rehúsa participar de cualquier acto deshonesto sin importar de cuántos ceros cuente el indebido a repartir.
A la ética docente de ese profesor cuyo excelso talante moral le impide ceder a las tentaciones efímeras del papel verde para pasar a un estudiante que no se lo ha ganado.
A la ética de ese estudiante que pese a observar la deshonestidad de sus compañeros de clase al copiar en ese examen difícil prefiere mantenerse firme y desarrollarlo por el mismo pues eso sería irrespetarse y lo peor mentirse a sí mismo.
A todo ellos y ellas que sin importar su condición social o económica viven el día a día con pasión y valor. A todas esas valientes y valerosas personas que viven el deber y los valores. A todas aquellas nobles y virtuosas almas. Gracias a todos ustedes porque construyen un ejemplo digno de humanidad a seguir en un mundo lleno de injusticias, corrupción y caos ustedes son un faro digno a seguir.