Quien ofende a tu religión como quien ofende a tu madre, tiene que ser atacado, ha dicho este papa. Lo primero que se nos viene a la cabeza es en qué ha quedado de aquel mensaje evangélico que te pide “poner la otra mejilla cuando te dan un golpe en la otra” o de la caridad cristiana que, según san Pablo en su primera epístola a los Corintios, 13.4-6, dice: “La caridad es paciente, es benigna, no es envidiosa, no es jactanciosa, no es interesada, no se irrita, no piensa mal, no se alegra de la injusticia, se complace en la verdad, todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera.”
A quienes crean que las religiones monoteístas son pacíficas y tolerantes, estas beligerantes palabras del papa justificando el terrorismo, en nombre de dios, y fomentándolo como respuesta a cualquier ofensa a la divinidad, ¡como si cualquier dios que pudiera existir! fuera a reaccionar como cualquier ser humano autoritario y agresivo, cualidades que ningún dios puede tener porque son imperfecciones humanas, esta papal declaración propia de un terrorista deben haber asustado a los inocentes.
Pero ya sabemos que las religiones monoteístas siempre han ejercido el terrorismo teológico. Y no es necesario citar la Inquisición para recordar los cientos de miles de personas que fueron asesinadas por ofender a dios y al clero. O las guerras de religión, sí de religión, que durante dos siglos, XVI y XVII asolaron Europa. O los millones de indios que fueron asesinados o convertidos al catolicismo por la espada y por la cruz por los conquistadores y sacerdotes españoles.
Para qué citar que los judíos han estado condenados por la Iglesia católica durante 20 siglos, sí veinte siglos. Hasta que hace pocos años se les levantó la condena de regicidas. Los judíos a quienes los católicos robaron su propio dios y su propio libro sagrado, la Biblia, porque la Biblia no la escribieron los católicos sino los judíos y su dios no era el dios de los católicos sino de los judíos, como el mismo Yavé no se cansa de repetir capítulo tras capítulo a lo largo de la Biblia. “Yo soy tu dios, el dios del pueblo judío”, repite una y otra vez. Y los católicos les robaron su dios, porque ellos no tenían dios. El mismo Jesucristo era judío.
Al papa todavía no le hemos oído defender la Declaración Universal de Derechos Humanos; no le hemos oído defender la libertad de conciencia, no le hemos oído defender la libertad de pensamiento, no le hemos oído defender la libertad sexual, no le hemos oído defender la igualdad de género, no le hemos oído defender la libertad del pensamiento científico, no le hemos oído defender la libertad de las mujeres frente a los dioses que las oprimen y las dominan…
Tampoco le hemos oído, a él ni a ningún papa anterior a él, denunciar nominalmente a quienes esclavizan a miles de niños, ni le hemos oído denunciar nominalmente a quienes acumulan riquezas causando la miseria de millones de personas, ni le hemos oído denunciar nominalmente a los terroristas irlandeses del Ira, ni le hemos oído denunciar el terrorismo de la Dictadura de Franco, o de la Dictadura de Perón, o de la Dictadura de Pinochet… Estos y otros muchos fueron “sus” terroristas. Los terroristas teológicos al servicio de los papas y su Iglesia. Pero tampoco les hemos oído denunciar el terrorismo sistemático que se ejerce en Irán, Irak y otras partes del mundo.
Son tantos los terroristas que están al servicio de las religiones desde Felipe II a Bin Laden, que sería interminable citarlos. Pero no podemos olvidar que la Iglesia se ha beneficiado de los terroristas institucionales, como Mussolini y los dictadores citados. Mussolini le donó al papa Pío XI el Estado Vaticano y por eso fue calificado de “hombre providencial” por la Iglesia.
El fascismo, como el franquismo, fue un Estado en el que la Iglesia, por concordato entre las partes, tenía a su cargo todo el sistema educativo fascista y la conservación de los valores fascistas que no eran otros que la moral cristiana y eso acordado entre el papa y Mussolini.
Y como españoles no podemos olvidar aquel documento de 1937, firmado por toda la Jerarquía católica española justificando, legitimando y bendiciendo la guerra provocada por Franco contra la República, una guerra de un millón de muertos, en cuyo documento escribieron: “…Pero la paz es la «tranquilidad del orden, divino, nacional, social e individual, que asegura a cada cual su lugar y le da lo que es debido, colocando la gloria de Dios en la cumbre de todos los deberes y haciendo derivar de su amor el servicio fraternal de todos». Y es tal la condición humana y tal el orden de la Providencia – sin que hasta ahora haya sido posible hallarle sustitutivo- que siendo la guerra uno de los azotes más tremendos de la Humanidad, es a veces el remedio heroico, único, para centrar las cosas en el quicio de la justicia y volverlas al reinado de la paz. Por esto la Iglesia, aun siendo hija del Príncipe de la Paz, bendice los emblemas de la guerra, ha fundado las Ordenes Militares y ha organizado Cruzadas contra los enemigos de la Fe.”
Y no quiero citar las cruzadas convocadas por los papas en los siglos XI a XIII.
Durante todo el siglo XIX y la primera mitad del XX, especialmente, se lo pasaron los papas condenado todas las libertades, en todas sus encíclicas. Todas las libertades que habían sido proclamas en el documento de Virginia norteamericano y en la “Revolución francesa”. Nunca han defendido los papas las libertades. Siempre convocaron la beligerancia contra ellas. Y recuerdo el carlismo. No nos extrañemos de que el papa convoque a los terroristas contra las libertades.
El papa no difunde el mensaje evangélico de la caridad paulina, difunde el odio contra los defensores de la libertad. De todas las libertades. Y las libertades no se defienden en la seguridad, se defienden ejerciéndolas contra todos sus enemigos.
Por eso mientras todos, mientras cada uno de nosotros seamos Charlie, estaremos defendiendo las libertades en cualquier parte del mundo.
A cualquier precio. Sólo podemos elegir entre la libertad, contra los dioses y su terrorismo teológico, o la esclavitud. Y tú ¿eres Charlie o esclavo?