EL CRISOL – Pascual Mogica Costa
Desde que en 2003, hace seis años, comenzara el más que conocido “caso Fabra”, han pasado por el mismo entre nueve y diez jueces instructores y cuatro representantes del ministerio Fiscal. Yo creo que este caso acabará, su documentación, en cualquier rincón del juzgado de Nules (Castellón) para que algún día cuando hayan pasado muchos muchísimos años, sea descubierta por algún estudioso que se dedique a investigar sobre casos que hayan pasado a formar parte de todo lo depositado en una estantería y han quedado en el olvido, y por tanto sin resolver, sin tan siquiera haber finiquitado las diligencias de instrucción.
Comentaba yo con un buen amigo experto en temas judiciales, si no cabría la posibilidad de nombrar un juez instructor especial que se dedicase solamente a acabar con la instrucción del caso y que este pasara a la siguiente instancia por si había lugar a que se celebrase el correspondiente procedimiento judicial o que decidiera su archivo. La respuesta fue para mí desilusionante: No había lugar a nombrar un juez especial, este caso tiene que seguir el procedimiento ordinario. Lo cierto y verdad es que este asunto está poniendo en evidencia a la Justicia que es incapaz de sacar adelante un caso que ya clama al cielo y que hace años que debió resolverse en un sentido u en otro. El caso Matesa, una estafa de 10.000 millones de las antiguas pesetas de la década de los 60, duró, su trámite judicial, seis años (1969-1975), pero se resolvió. No digo que el caso Fabra sea equiparable al caso Matesa en la naturaleza del delito, en el supuesto de que en el caso Fabra pudiese haber delito. Si menciono este caso es solo a efectos comparativos del tiempo transcurrido. Seis años se llevan en la instrucción del caso Fabra y esta no ha concluido. Ahora se nos dice que la juez suplente del Juzgado de Instrucción número 2 de Nules, ha dado el paso previo para procesar a Carlos Fabra, a través del procedimiento abreviado, con lo cual en diez días de deberá decidir si se abre juicio oral. Ante esta noticia uno no puede dejar de exclamar y preguntarse al mismo tiempo: ¡¿En serio?! Yo creo que más que en el caso Fabra estamos en el ocaso del caso que nunca llegó a ser “caso”.